⚔Capítulo 25⚔

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Everard tenía a su presa a la vista: un conejo gordo que masticaba hierba sin ninguna preocupación en la oscuridad.

El hombre comenzó a desenfundar lentamente una daga. No lo podía perder. Había pasado todo el día sin llevar nada a su estómago.

Se preparó para lanzar la daga. Dejó pasar algunos segundos para asegurarse de que el conejo no sabía de su presencia. Everard iba a lanzar la daga, pero algo más se adelantó. Algo muy fino había atravesado la garganta del pequeño animal que ahora agonizaba en el suelo.

Everard miró enseguida hacia la dirección de donde provino el disparo. Aguantó la respiración.

Algo delgado, que parecía ser un tentáculo, salía de la tierra. Era transparente, apenas perceptible entre la oscuridad.

La cosa comenzó a moverse lentamente hacia el conejo. Demasiado silencioso. De no ser por que Everard lo estaba viendo, jamás se habría dado cuenta de su presencia.

Tzar, que no estaba muy lejos de él, relinchó con nerviosismo. La criatura giró hacia él al instante. Everard lanzó la daga con velocidad y precisión. El arma se clavó en la criatura, la cual comenzó a chillar. Everard se fijó de dónde venía ese chillido. No provenía del tentáculo, sino de debajo de la tierra.

La criatura sacudió la daga hasta que esta cayó al suelo y luego introdujo su tentáculo en la tierra, pero no sin antes cubrir el agujero con las ramas y hojas que había en el suelo.

Cayó el silencio. Everard solo escuchaba su propia respiración agitada.

Maldijo.

Caminó con cuidado hacia su daga y la recogió. De la hoja de metal caían gotas de sangre transparente, como si fuera agua. Enfundó el arma y se quedó parado en medio del silencio.

Tzar luchaba contra las riendas que lo mantenían atado a un árbol. El caballo daba golpes en el suelo con sus cascos. Estaba nervioso, lo que le confirmaba a Everard que la criatura aún no se había marchado.

La tierra comenzó a temblar debajo de sus botas de cuero. Everard desenfundó sus espadas gemelas al mismo tiempo en que salían cuatro tentáculos de la tierra. Los tentáculos se dirigieron hacia él. Con las espadas levantadas, Everard dio una vuelta veloz rebanando a la criatura. La sangre salpicó toda su cara, pero fue satisfactorio escuchar el aullido de dolor que provino de la tierra.

Los tentáculos volvieron a refugiarse en la tierra. Ahora parecía que quería salir algo más grande. La tierra se agrietó mientras desde su interior sonaban fuertes golpes. Everard se preparó para el ataque. Los golpes continuaron por un rato. Tzar relinchaba y luchaba contra las riendas. Quería largarse de ese lugar.

De pronto, los golpes se detuvieron. Lo que fuera que estuviera debajo de la tierra cavó profundo y se marchó. Tal vez había detectado algo más interesante.

Everard suspiró con cierto alivio. Luego observó al conejo muerto que estaba cerca de sus pies. Al menos la criatura le había dejado la cena.

***

Las horas pasaban sin ninguna señal de alguna criatura peligrosa. Lyandreu escuchaba tranquilamente el canto de los grillos, el croar de las ranas y el ulular de los búhos.

A su lado, Nira luchaba contra el sueño.

Aunque Lyandreu había especificado que no debían llamar la atención, eso parecía ser lo único que Vil quería hacer.

Primero había reunido algunas ramas para luego sentarse y frotar dos rocas para intentar hacer fuego. Cuando se dio cuenta de que no tendría éxito, comenzó a tararear una horrible canción.

Más allá del Mar Oscuro (Disponible en físico)Where stories live. Discover now