⚔Capítulo 20⚔

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Everard no supo cuánto tiempo le tomó poder liberarse. Solo supo que fue el suficiente para que el equipo se fuera.

Se puso de pie cuando terminó de desatarse los pies y se miró las manos. Estaban llenas de sangre gracias a los rasguños que él mismo se había provocado en los dedos y muñecas. Eso era lo menos que le importaba ahora.

Se aferró a su única y pequeña arma cuando alguien abrió la puerta. Un hombre más alto y corpulento que Everard entró a la habitación.

—Entonces a ti fue al primero que enviaron a morir —dijo Everard, amenazante.

El hombre lo miró con los ojos bien abiertos mientras agarraba el machete que llevaba en su cintura.

Patético, pensó Everard. Ya había ganado contra un acilagarto, esto sería pan comido.

Everard le concedió al hombre hacer el primer ataque. Él esquivó el machete con facilidad, sin embargo, no con tanta como de costumbre. Haber estado tanto tiempo sin entrenar le pasó un poco de factura.

El hombre era lento, así que cuando volvió a atacar, con el machete directo a la cabeza, Everard pudo esquivar al mismo tiempo en que se ubicaba detrás de él. Se lanzó sobre el grandulón, ubicando un brazo alrededor de su cuello. El hombre retrocedió hasta chocar contra la pared de madera, aplastando a Everard. Él ahogó su grito de dolor y desgarró la garganta del hombre con la daga que llevaba en su otra mano. El tripulante se tambaleó hacia adelante al instante.

Everard cayó al suelo y, mientras devolvía el aire a sus pulmones, observó al hombre desplomarse en el suelo hasta perder la vida.

Fácil.

Salió de la habitación sigilosamente y cerró la puerta. Mientras más tiempo tardaran en descubrir que escapó, mejor.

Se dirigió al arsenal. Era su lugar favorito en el mundo. Tantas diversas armas, tantas formas distintas de asesinar... No era el momento de apreciar el lugar. Se dirigió a las armas más cómodas de utilizar: las dagas. Luego a su arma favorita: espadas gemelas. Los arcos eran una buena opción, podía defenderse desde la distancia. Pero a Everard no le gustaban las cosas fáciles, eran para cobardes. Prefería luchar cuerpo con cuerpo.

Se llevó una capa negra antes de subir a cubierta, donde seguramente estaba la mayoría de tripulantes y donde seguramente se derramaría más sangre.

Cuando pisó la madera de afuera muchos pares de ojos lo miraron.

Everard los evaluó. Si habían sobrevivido hasta este punto debía ser porque estaban bien entrenados, así que no debía subestimarlos. Tampoco podía matarlos a todos, puesto que eran necesarios para regresar a través del Mar Oscuro. Tendría que conformarse con herirlos lo suficiente como para que no lo pudieran seguir en su escape.

Avanzó hacia el primer hombre. Como este no logró reaccionar de inmediato, Everard lo dejó inconsciente tan solo golpeándolo con fuerza en la nariz. El segundo hombre se acercó desde atrás. Everard se giró dándole un codazo en la cara seguido de un golpe en el pecho. El hombre se quedó sin aire y retrocedió.

Para el siguiente hombre, Everard desenfundó una de sus espadas gemelas. Esta colisionó con la de su contrincante, generando un sonido metálico. Cuando el hombre retiró su espada, Everard movió la suya con rapidez en forma diagonal. Le provocó una herida grave desde el torso derecho hasta la cadera izquierda. No fue un corte profundo, así que el hombre podría vivir si se atendía rápido.

Desenfundó la segunda espada. La sangre las bañó a ambas cuando le desgarró el brazo y la pierna a otro hombre. En este punto ya muchos de los tripulantes temieron acercarse.

Más allá del Mar Oscuro (Disponible en físico)Where stories live. Discover now