⚔Capítulo 35⚔

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—¿Exactamente de qué tenemos que hablar? —cuestionó Everard—. Si es de la princesa, no pienso negociar nada.

—Lo que haces no está bien, Everard.

—No me había dado cuenta, gracias por avisarme.

Lyandreu lo observó con los ojos un poco entornados. Ya era el momento de revelarle quién era. Lo había pensado durante mucho tiempo. Y, aunque una parte de ella le decía que no era el momento adecuado, otra parte le decía que era necesario por el bien de la misión. Era una completa locura. Everard literalmente podría reaccionar de cualquier manera. Y, actuara como actuara, Lyandreu lo entendería.

Unas gotas frías cayeron en su frente. Las nubes habían comenzado a deshacerse del peso que llevaban. Ahora era el turno de ella.

Después de inhalar y exhalar un par de veces, se llevó una mano al pañuelo oscuro que cubría su rostro y lo quitó. No desvió los ojos de Everard. La expresión que él tenía antes decía "estoy aburrido", la que puso ahora decía "¿te conozco?".

Lyandreu entendió con eso que él no la reconoció del todo. Parecía dudarlo. Ella sabía que él no lo preguntaría, así que le respondió sin que formulara la pregunta.

—Soy Lyandreu, Ev. —Sintió ganas de apartar la mirada, pero no lo hizo—. Lyandreu Bowren, soy tu hermana.

Aparte de los ojos cristalizados, el rostro de Everard no expresó lo que sentía. El silencio se extendió entre los dos. La lluvia fue intensificándose poco a poco.

Lyandreu sentía que su corazón quería escapar de su pecho.

Di algo, le suplicó en silencio.

Él solo la observó. Un relámpago iluminó el cielo, y fue entonces cuando Everard se movió. El hombre, su hermano menor, le dio la espalda y se alejó unos pasos. Se detuvo a unos cuantos metros y se quedó allí, con los brazos colgando a sus lados, con la lluvia empapándolo. Lyandreu notó sus hombros subir y bajar con su respiración. La primera señal de que la ira lo estaba consumiendo.

—Pasé muchos años buscándote sin parar —dijo por fin. Su voz sonó suave, pero también hubo frialdad—, preocupado por dónde estarías y cómo estarías viviendo.

Tomó una pausa. A Lyandreu no le agradaba su forma de hablar. Sabía que no vendría nada bueno. Aunque, para ser sincera, ya esperaba que lo tomara de la peor forma. Everard continuó:

—Pero luego, tras el ataque en la aldea de Koóptan, vi tu nombre escrito en la lista de muertos.

Everard se giró para mirarla. Sus ojos estaban llenos de puro odio.

—Lloré por ti, ¿y tú solo te estabas escondiendo?

—Las cosas no pasaron como piensas —intentó calmarlo.

—¡Me abandonaste!

Everard desenfundó sus espadas gemelas y atacó a Lyandreu tan rápido que ella apenas tuvo tiempo de retroceder antes de que le cortara la garganta.

—¡Solo tenía seis años! —le reprendió volviendo a mover el filo de sus espadas hacia ella.

—Yo nunca quise dejarte —intentó explicar Lyandreu esquivando las espadas.

—¡Mientes!

Lyandreu se echó a un lado y Everard clavó las espadas en el tronco de un árbol. Solo sacó una para no perder tiempo.

—Iba a volver por ti —le juró Lyandreu. Su voz comenzaba a quebrarse.

Everard la golpeó en la sien con la empuñadura del arma. Lyandreu cayó al suelo aturdida. En su interior despertó aquello que había controlado por tantos años, que había ocultado en lo más profundo de su ser: ese sentimiento que no hacía nada más que destruir el alma. Este comenzó a extenderse por su pecho, carcomiéndola, haciéndola sentir débil y vulnerable.

Más allá del Mar Oscuro (Disponible en físico)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora