⚔Capítulo 13⚔

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Lyandreu lanzaba flecha tras flecha intentando darle en algún ojo a la bestia. Un cuerpo muy grande y ojos muy pequeños; eso dificultaba las cosas. Y ahora, con el escudo de aire, era mucho más difícil. No se quejó por eso, por el contrario, todos pudieron reponerse y descansar por unos instantes; excepto quienes se estaban encargando de los cañones.

La mujer miró a Melizza. La elfa estaba utilizando sus últimas fuerzas para darles la oportunidad de prepararse para el próximo ataque. El dragón forcejeaba para atravesar el escudo; escupía fuego, empujaba, arañaba...

El capitán Celegorm se encontraba cerca de los cañones indicando hacia dónde apuntar, lo cual era casi imposible, ya que el barco no dejaba de moverse. Lyandreu se acercó a él y preguntó:

—¿Tienen lanzas de hierro en el arsenal? —No tenía tiempo para ir a averiguarlo ella misma.

—No, no hay.

—Se supone que se prepararan para cualquier cosa —le respondió con calma, pero con tono un poco amenazador.

—Nadie imaginó que habría un dragón —le gruñó y la miró molesto con sus ojos marrón oscuro—, si me disculpas, tengo órdenes que dar.

Dicho eso, el capitán se alejó.

Maldición, solo una lanza de hierro aseguraba la muerte de un dragón.

—¡Ahí viene! —gritó un hombre.

Lyandreu miró en esa dirección. El escudo había caído y ahora el dragón se dirigía a ella con las fauces abiertas. No tuvo tiempo de moverse, sin embargo, un cuerpo se lanzó sobre ella y cayeron al suelo con fuerza. El dragón eligió otra presa y voló hacia arriba, dejando caer un chorro de sangre.

Nira se apoyó en sus manos, aún sobre Lyandreu, y la miró como preguntando: ¿estás bien?

Te dije que te quedaras adentro —le dijo Lyandreu incorporándose con la ayuda de sus codos.

La princesa se puso de pie y le ofreció una mano para ayudarla.

—Soy la princesa —dijo levantándola—, doy órdenes no las recibo.

Lyandreu la miró desde la punta de los pies hasta los ojos con una ceja arqueada. Nira sintió que la mujer la quería apuñalar.

La ladrona respiró y sintió una punzada dolorosa en el costado. Se presionó las costillas con una mano y sus piernas se flaquearon.

—¡Lyandreu! —exclamó Nira sujetándola.

La mujer dio algunas respiraciones antes de advertirle entre dientes:

—No menciones mi nombre cuando hay tantas personas a nuestro alrededor.

El rugido del dragón atravesó el aire. Nira miró hacia arriba sin soltar a Lyandreu. La criatura aterrizó en la barandilla y el barco se inclinó por el peso. Ambas no pudieron mantener el equilibrio y rodaron por el suelo hasta quedar debajo del dragón. Desde allí, la criatura se veía mucho más grande.

El dragón las miró a las dos y las evaluó por unos segundos. Bajó su largo cuello hasta ellas. Lyandreu intentó cubrir a Nira, pero ella la empujó, desenfundó su espada y le rasgó el cuello a la bestia. El dragón rugió con furia y alzó el vuelo. Ese corte hubiera matado a cualquiera, pero la piel del animal no era normal. Era muy gruesa y dura, casi imposible de ser atravesada.

Cuando el barco se estabilizó un poco, Lyandreu se puso de pie, sosteniendo su costado, y le gritó a Nira:

—¿En qué estabas pensando?

—¿Yo? ¿En qué estabas pensando tú?

—¿Por qué de repente te importa lo que me suceda? —Lyandreu le dio un empujón.

Más allá del Mar Oscuro (Disponible en físico)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora