Capítulo VI

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Capítulo VI Miedo

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Capítulo VI
Miedo

Desde que nacemos nos hacemos constantes preguntas, entre ellas el porqué de nuestra existencia.

En algún momento de nuestra vida, nos hemos preguntado ¿Qué es la vida? Quizás una serie de recuerdos, pero tal vez puede ser dolor o sufrimiento, ¿Pero en serio, solo vinimos al mundo para almacenar recuerdos, a vivir por inercia sin ningún objetivo?

La respuesta es difícil de tener cuando, nunca has vivido, sino sobrevivido, en un sistema absurdo que la sociedad se empeña en mantener.

(...)

Para Alaia era obvio que había metido la pata y hasta el fondo, el intenso dolor de cabeza y la mirada de su madre decía lo mucho que estaba en lo cierto, lo había arruinado y a lo grande.

Solía ser perfecta, como a su madre le gustaba, pero no sabía que le había pasado esa noche, que le había hecho cometer semejante error, se había relajado demasiado y para una persona como ella eso no estaba permitido.

La noche anterior a tener a su madre como una fiera ante ella, había aceptado el trago que le había ofrecido su hermano, ese fue el primero de muchos más, sinceramente no llevo la cuenta, por primera vez en su vida se había dejado llevar; se relajó.

Solo recuerda que se reía muy fuerte por algo que había dicho alguno de los chicos que estaba con ellos, mientras  su hermano hacía lo posible por sacarla por una esquina de aquella mansión sin ser notada.

Cuando lo logró, y vaya que le había costado porque estaba muy alegre, la subió al auto familiar antes de que alguien la viera. 

Izan buscó a sus padres y  obviamente ellos al llegar al auto la habían querido matar con sus propias manos por verla en tal estado, pero al notar que ella no entendía una palabras, decidieron esperar a la mañana siguiente para regañarla como nunca antes en su vida.

Esa era la razón de que su madre se encontrará frente a ella en ese momento, las mejillas pálidas de la pobre mujer estaban rojas de furia, si hubiese sido humanamente posible echar humo por las orejas, seguramente lo habría estado haciendo.

Alaikari, la madre de Alaia, se parecía mucho a ella: tez sumamente blanca, ojos azules un poco más palidos que la joven y cabello muy amarillo casi que blanco. Era como verse a sí misma en una versión más joven, y molesta con ella por su imprudencia .

Por cómo despertó a la mañana supo que su noche no había sido una noche de rosas y chocolates, sino más bien una de vómitos desagradables que la pobre Suní tuvo que limpiar, además de cuidarla, claro está.

Hablando de Suni la pobre doncella había sido reprendida también sin ninguna razón, la mujer no la acompañó la noche anterior porque la servidumbre no estaba permitía, así que no incumplió en su trabajo al no cuidarla, más bien hizo lo que pudo durante toda la noche, seguramente se sentía agotada y tenía ojeras, pero no podía quejarse, así que estaba en una esquina del cuarto viendo a la señora de la casa reprender a su hija.

AlaiaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora