Capítulo XXXI

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Capítulo XXXI

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Capítulo XXXI

¿Será la valentía un sinónimo de un cobarde intentando escapar lo más rápido posible?

(...)

—¡Alaia! —La voz de su madre llenó toda su habitación, y le hizo sobresaltar.

—Señora, disculpe la señorita está en el baño. —Su madre le había llamado desde hace una media hora y al no bajar había subido enfada, nada atípico en ella, le gustará que se hicieran las cosas a su manera y cuando lo ordenaba.

Pero la razón de no haber acatado su orden de inmediato era sencilla, se sentía como la mierda, las náuseas la habían despertado desde muy temprano y había desechado hasta lo que ni se había comido en solo un par de horas, sinceramente debía verse fatal, pero aún si había tomado fuerzas para hablar a través de la puerta.

—Madre deme un par de minutos ya estaré contigo. —Con piernas temblorosas se levantó del suelo que había sido su compañero durante aquel ataque y fue hasta el lavabo dónde se pudo ver al espejo.

Si, parecía un desastre. De manera descuidada sus manos se posicionaron sobre su vientre y susurro.

—Portate bien con tu madre por favor, ya ha estado bueno por hoy. —Al darse cuenta de lo que hacía, su mano se alejó de aquel lugar como si se quemará.

Tomó una bocanada de aire para calmarse y luego  decidió lavarse la cara, necesitaba quitar ese mal aspecto aunque la verdad no ayudó mucho.

No quería encariñarse, tenía miedo que algo saliera mal y si lo hacía y luego algo iba como no debía iba a sufrir, esa era una de las razones por la que evitaba pensar en él, en su bebé.  Pero este no le daba mucha tregua.

Luego de lavarse la cara y los dientes se arregló lo mejor que pudo y salió de su escondite, allí frente a ella estaba su madre con el ceño fruncido, pero al verla su rostro cambió completamente.

—¿Qué te ha pasado? —su tono era de preocupación y en menos de un segundo estaba a su lado.

—Gracias madre, esas palabras son muy buenas para mi autoestima. —La mujer la tomó del brazo y la hizo caminar a la cama para que se sentará, sus piernas seguían temblando.

—Deja de decir tonterías, estás muy pálida, Suni llama al médico de la familia. —Esas palabras hicieron alarmar a ambas mujeres.

—No hace falta madre, solo estoy en mis días y simplemente el dolor este mes ha estado fuerte, se a ligado con malestar estomacal, con un té se me pasará, Suni es experta en ello. —Su madre la observó detenidamente como si no le creyera, la mujer podía ser terca y fastidiosa pero muy suspicaz.

—¿Segura? —preguntó sin apartar la mirada de sus ojos, como tratando de leer lo que le ocultaba, así que tuvo que colocar su mejor máscara y sonreír.

AlaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora