Capítulo XXIX

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Capítulo XXIX
Rechazo

A veces el día más bonito de tu vida puede venir después de la tormenta

(...)

Aekil, no entendía nada. Aquel hombre había aparecido en su casa de la nada, diciendo que tenía soluciones mágicas.

¿Debería creer? No estaba seguro, pero tampoco tenía más opciones; Zev Holzen sabía todo, los tenía en sus manos y depende de alguien más le estaba volviendo loco.

Cómo había dicho había mandado a buscar a su amigo y mientras esperaban el silencio fue tenso, el estrés cada vez se acumulaba más sobre sus hombros. 

Estaba un noventa por ciento seguro que su madre estaba escuchando a escondidas, quería golpearse a sí mismo por haberla metido en esto, no era justo; no podría protegerlas a las dos, se sentía el peor hijo del mundo.

Tener que escoger a quien proteger era una mierda, y dejar a tu madre a un lado era mucho peor.

—Linda casa —habló Zev de la nada como para acabar con el silencio, quizás no era el único incómodo. 

—Claro... —su respuesta fue más sarcástica que otra cosa, haciendo que Zev riera un poco.

—Lo digo enserio, parece genuinamente un hogar y se siente acogedora, no muchos pueden gozar de ello. —Aekil, lo observó detalladamente y suspiro mientras se pasaba las manos por el cabello.

—¿Enserio quieres ayudar? —preguntó mirando sus manos.

—Claro, también ganó algo a cambio —respondió con simpleza y poco a poco nuevamente el silencio se apoderó del lugar.

Fue unos treinta minutos después que la puerta de su casa fue tocada haciéndolos sobresaltar.

—Seguramente Lackner ya está aquí. —Aekil no dijo nada simplemente se levantó y caminó hasta la puerta, abriendo sin pensarlo dos veces.

—¿Qué está sucediendo? —Fue el saludo de Izan apenas vio a Aekil.

—Tenemos un problema o quizás una solución, aún no estoy seguro —Izan, le miró sin entender pero le siguió a la sala donde vio Holzen sentado en el viejo sofá.

—Lackner bienvenido —saludó el pelirrojo con una sonrisa algo exagerada.

—Holzen —saludo con un asentimiento de cabeza y miró a Aekil, tratando de tener una explicación. —¿Qué está sucediendo?

—Veras lo sé todo —respondió el joven pelirrojo e Izan miró a Aekil, preocupado. —Él no hizo nada, yo lo deduje.

Obviamente Zev no lo sabía todo, pero tampoco Aekil tenía intenciones de que así fuese, el hombre sólo debía saber lo básico hasta que demostrará que de verdad quería ayudarles.

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