Capítulo XXXVIII

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Capítulo XXXVIII

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Capítulo XXXVIII

Debemos huir

A veces la calma puede significar que se acerca la peor de las tormentas...

(...)

Si Alaia miraba atrás, aún le era imposible creer lo mucho que su vida había cambiado, hace un año era una persona totalmente diferente a lo que era en ese momento. Parecía que había sido ayer el cumpleaños de Izan pero habían  pasado ocho meses desde aquel entonces. Recuerda perfectamente que esa noche empezó la tensión entre Aekil y ella.

Las cosas fueron escalando tan rápido, todo se descontroló en solo un par de meses. La imagen de hace cinco meses ella descubriendo que estaba embarazada pasaba constantemente por mente, a pesar de que ya tenía seis meses de embarazo y una panza bastante prominente aún no se creía este hecho.

Habían pasado tres meses desde su llegada a aquel lugar que poco a poco se fue convirtiendo en un hogar; si bien no tenía las comodidades de las que alguna vez gozó, Alaia había conocido personas maravillosas en aquel sitio tan horrible a la vista.

El cambio había sido fuerte, nunca había trabajado tanto en su vida pero se sentía feliz, despertar al lado de su amado —aunque no tuviese privacidad— le hacía sentir plena.

Sentía que de cierta manera estaba viviendo en un sueño, aunque el escenario parecía de terror, las personas dentro de él eran perfectamente felices.

Esa mañana despertó en sus brazos como venía haciéndolo en los últimos meses, él acariciaba su panza con tanto cariño que le llenaba el corazón.

Le encantaba lo mucho que brillaban sus ojos cuando tocaba a su hijo, sabía que sería un excelente padre, tenía la certeza de ello.

—Buenos días —le susurró cerca de su oído para no despertar a los demás que aún se encontraban durmiendo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la rubia, ya que la voz de recién levantado de Aekil era una delicia para sus sentidos.

Ella le respondió con una sonrisa y se acomodó de tal manera que subió una de sus piernas sobres las de él y su panza descansó sobre el abdomen del moreno, eso le ayudaba un poco a descansar su espalda.

—Buenos días —susurró de vuelta aún con la voz ronca por el sueño, estaba segura que ella no se veía tan bien como él al recién levantarse.

Aekil, seguía con la mano sobre su barriga acariciándola en círculos suaves. Al parecer ésto despertó al bebé  porque empezó a moverse haciendo que ambos sonrieran con amor.

Era increíble cómo poco a poco la vida iba creciendo dentro de ella, aún no podía creer que pronto sería madre, le hacía bastante ilusión; esperaba ser tan buena como la que ella tuvo, aunque Alaikari era estresante siempre la protegió a su manera, la extrañaba tanto, le hubiese gustado haber tenido la oportunidad de darle un último abrazó.

AlaiaWhere stories live. Discover now