1: Amor platónico

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Guardo el móvil en mi bolsillo al ver el tren llegar. Llevo dos meses cogiendo el mismo tren, todos los días a las 6:04, listo para ir a trabajar. Me siento exactamente en el mismo sitio que siempre y giro la mirada en su búsqueda. Hay días que este sitio no está libre, pero siempre hay alguno cerca que lo está. Ella sí que consigue sentarse cada día en el mismo asiento, a solo unos pocos de mi lado. Desde que empecé en este trabajo no he perdido nunca el tren de este horario, y ella tampoco. Porque desde el primer día en que me senté, sus pecas llamaron mi atención. Pero no solo eso, porque sus ojos azules resaltan ante su pelo castaño. Y es que parecen agua en el horizonte.

La sonrío con amabilidad, aunque no nos hayamos cruzado una sola palabra en todo este tiempo, siempre que hacemos el viaje, nos miramos de reojo constantemente, aunque ella intenta ocultarlo, la he pillado varias veces mirándome.

Nunca he creído en el amor a primera vista, siempre he sido de los que piensan que no puedes querer a una persona que no conoces. Pero hace cuatro meses ella rompió todos mis esquemas. Vine como un terremoto al tren, me temblaban hasta las cejas por el miedo del primer día en el trabajo. Pero fue levantar la vista, verla a ella y que todo el cuerpo se parara de mover. Se fijó en mí de vuelta, y supongo que mi cara debía ser un poema, porque con una sonrisa acogedora se puso a cantar en alto. Todo el mundo la miró al escucharla, canta mal, pero a mí me sacó una gran carcajada. Asintió con la cabeza alegre y me guiñó un ojo. Es el mayor acercamiento que hemos tenido en este tiempo, y la verdad que ese día mi corazón se derritió por ella.

Al bajarse del tren me lanza una última mirada cómplice y se va. La observo alejarse y sonrío ante su outfit. Siempre va en chándal, concretamente en mallas y sudadera. Pero le queda extremadamente bien. Es curioso, que siempre he sido de los chicos que van muy arreglados, con el pelo perfectamente arreglado y las gafas de sol como complemento a cualquier prenda. Eso ha hecho que las chicas en las que me fijen vistan ropa así. En cambio, ella con esas deportivas, sus moños, coletas y pelo suelto me vuelve loco. Sigo sin explicarme cómo puedo sentir tanto por ella, cuando solo he escuchado su voz porque ha hablado por teléfono o ha enviado un audio a alguien. Pero nunca me he visto capaz de hablarle, ni siquiera de saludarla.

—Deberías hablar con ella —una voz grave suena a mi lado.

Al girar la cabeza veo a una señora con el pelo blanco mirándome atentamente, pero su voz no se corresponde con su cuerpo, tiene la voz grave y carrasposa. Aunque pensándolo bien, tal vez tenga más edad de la que me imaginaba.

Frunzo el ceño confundido.

—¿Me habla a mí? —pregunto perdido. Ella asiente, para luego volver a hablar.

—He visto cómo la miras cada día, e incluso sus miradas hacia ti también. Os gustáis, pero sois dos tontos incapaces de perder la vergüenza.

Parpadeo con rapidez. Nos ha insultado.

—Perdone, pero no nos conoce como para decir eso.

Me estiro dispuesto a levantarme y alejarme de la señora que me acusa sin siquiera saber mi nombre. Pero su delgada mano se posa en mi hombro sin ejercer mucha presión, por miedo a mi reacción.

—Cierto, no os conozco, pero llevo meses observandoos, captando cada pequeño gesto que os transmitís el uno al otro. Es muy guapa, no desaproveches la oportunidad.

Y tras decirme eso se levanta y se va, dejándome con la palabra en la boca.

Pero las conversaciones no terminan y nadie me deja escuchar música tranquilamente. Parece que hoy el universo no quiere dejarme solo con mis pensamientos. Esta vez es Mia, mi compañera del trabajo, la que se sienta a mi lado y me sonríe con gran entusiasmo.

—¿Hoy vienes con fuerza? —me pregunta dulcemente, yo asiento.

Últimamente no me estoy sintiendo muy agusto en el trabajo, nuestros compañeros y compañeras son un tanto... especiales. Apenas hay conversación, lo único que buscan es llevarse la máxima comisión posible, ya que nos hacen competir. Pero a mí eso no me gusta, yo veo bien que si trabajas bien se te premie, pero no de la manera en la que se tratan mis compañeros, solo buscan eso, sin una pizca de compañerismo.

La miro con una leve sonrisa, esta chica de media melena pelirroja es mi único ánimo para seguir yendo cada día. Desde el primer momento me enseñó todo bien y no me dejó solo hasta que vio que era capaz. Es la única simpática de esa planta.

Al sentir un golpecito suyo en mi pierna salgo de mi ensoñación y me doy cuenta de que me ha estado hablando todo este tiempo. Pero yo no he escuchado una sola palabra, y se ha dado cuenta, porque me mira con el ceño fruncido y la curva de sus labios se ha tornado recta.

—¿Quieres que hablemos?

Me lo replanteo por un momento, pero sé que puedo confiar en ella.

—Imagínate que quieres a alguien que no conoces, solo de vista, ¿intentarías acercarte a esa persona para conocerla?

Veo un pequeño brillo en sus ojos al mencionarla esto, lleva todo este tiempo diciéndome que me puede presentar a alguien para no estar solo. Y ahora por fin hay un abismo de relación.

—¡Qué afortunada es esa chica! —ante mi mirada decide contestar a mi preguntar y dejar los comentarios para después—. Pues a ver, para conocer a alguien primero tienes que no conocerle. Me explico, no naces conociendo a la gente, antes de eso son completos desconocidos. Soy de las que piensan que hay que seguir al corazón, siempre y cuando se vea con realismo —hace una pequeña pausa y después suspira—. A ver, es raro querer a alguien que aún no conoces, eso puede ser más atracción física que amor. Pero esa atracción se puede convertir en amor cuando os conozcáis mejor.

Asiento indicando que la estoy escuchando, pero no estoy de acuerdo con ella. Yo creo que sí que puedes querer, como ha dicho, es raro, pero se puede. No tiene porque ser atracción física , es decir, ella no es de mi tipo, y aun así me gusta. Por algo es, ¿no?

—Xavier —llama mi atención, y al ver mi cara se da cuenta de que no estoy de acuerdo con ella—, puedes pensar que la quieres, pero piensa un poco, no puedes querer a quien no conoces. Mira, cuando a alguien le gusta un famoso, ¿cómo le llama?

Me mira esperando mi contestación, pero no quiero decirlo, porque sé por dónde quiere ir, sé a dónde quiere llegar. Y no quiero que me diga eso. Simplemente, no lo quiero admitir. ¿Por qué sino me pongo nervioso al verla? ¿Mi estómago se revuelve y el corazón me palpita a mil por hora?

—Amor platónico —lo dice con un tono de voz dulce, su característica forma de hablar conmigo—, porque es algo que no es real, no le conoces en persona, no has hablado con ese famoso.

Llegamos a la parada y en un abrir y cerrar de ojos me posiciono en la puerta, deseando terminar esta conversación de una vez por todas. Buscaba consejo, y no lo he obtenido. Al llegar a mi lado pone su mano en mi hombro y niega con una sonrisa, dando por olvidada esta conversación. Aunque no sé yo si mañana saldrá a la luz otra vez este tema.

Al salir del trabajo vuelvo al tren y hago otra vez el camino de esta mañana, pero esta vez en sentido contrario. Esta vez no veo su pelo oro, a estas horas nunca la veo ya. Me coloco las gafas bien y miro el paisaje mientras me replanteo qué hacer mañana. Pero no necesito pensarlo mucho, tengo claro lo que haré. 

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Alguna vez te has enamorado de alguien a primera vista? 💓💓

Luna en el infierno (Completa)Where stories live. Discover now