3: ¿De verdad está muerta?

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Cuando miro hacia su asiento libre no puedo evitar que una lágrima caiga por mi mejilla. Pero no tengo tiempo de que más gotas la sigan, porque alguien se sienta a mi lado llamando mi atención. La señora del otro día me tiende un pañuelo y arruga los labios, con una mezcla de pena y empatía. Se lo agradezco con la mirada y vuelvo la vista al suelo.

—La he visto... —no levanto la vista, ni siquiera la miro, no tengo palabras  que decir—. Nunca pensé que esa chiquilla se dedicara a eso.

Ante esto último tampoco digo nada, solo encojo los hombros, yo jamás lo hubiese llegado a imaginar. Es por lo que tan afectado estoy, porque estoy enamorado de alguien que ni siquiera conocía, es que no sabía ni una cuarta parte de su vida. Y todo eso me ha estallado en la cara de golpe, dejándome heridas que difícilmente se borrarán.

Porque vale que no supiera su nombre, ni su historia, pero de ahí a que ella se dedique a eso... es que hay una enorme montaña la que separa ambos mundos, pensaba que era incluso más alta que el Everest. Pero ella la ha cruzado, desconozco cuánto tiempo le ha llevado, solo sé que ella está al otro lado de ese pico tan alto. Bueno, estaba...

—Parecía tan buena... —la señora vuelve a tomar la palabra, y yo solo deseo que esas palabras se vuelvan mudas y no poder oírlas más—, nunca llegamos a conocer a nadie eh.

Por mucho que la ignore ella no se rinde y sigue hablando sin parar. Escucho su conversación convertida en viento, ese tan denso que sabes que está porque no deja de molestarte y despeinarte, pero que apenas escuchas.

—¿Crees que de verdad está muerta? —su pregunta entra en mis oídos como si fuera una oleada de viento intensa y ruidosa. La observo con atención.

—¿Por qué iban a mentir? —pregunto refiriéndome a los periodistas.

Ella se encoge de hombros, aunque no entiendo su razón, porque seguidamente habla. Es como si más que nada hubiese sido un acto reflejo.

—No han identificado su cuerpo, solo saben que hay gente que ha muerto, suponen que ella estaba dentro. Pero, ¿y si no lo estaba?

Niego con poca convicción. No es posible que estuviera fuera, ¿verdad? Al fin y al cabo, todo lo que han dicho son deducciones, puesto que la cámara no captó cómo ella salía, es posible que hubiera otra salida. Aunque eso ya lo habrían dicho y no hubieran dado por hecho entonces que está muerta. No es posible, ella estaba dentro, no pudo salir de ninguna de las maneras.

Por más que desee que todo esto fuera falso, que hubiera otra puerta por la que no se la ha visto, que ella esté viva. Por más que quisiera que la montaña no existiera y que Luna no se hubiera caído de bruces contra el suelo. Son solo deseos.

—En fin, quién sabe.

Tras decir eso se levanta y se va, resoplo y niego una y otra vez, no tiene razón. Pero ojalá la tuviera.

Esta vez no me cruzo en todo el viaje con mi compañera de trabajo, porque hoy me he cambiado de sitio antes de llegar a su parada. No quería hablar con nadie, solo deseaba estar solo con mis pensamientos. Pero como no, hoy tampoco ha podido ser. Y cuando pienso que por fin puedo escuchar música tranquilamente, suena mi teléfono. Al ver el nombre de mi madre arriba del icono verde de llamada me muerdo el labio con fuerza. Desconozco su intención, pero como cada vez que decide llamarme, lo dejo sonar deseando que la llamada se apague y pueda seguir escuchando melodías.

Cuando nuevamente la canción vuelve a sonar mi mente no la escucha. Se ha llenado de nubes que la tapan y no dejan que las notas pasen a través de ellas. Sé en qué momento la relación con mis padres se apagó, sé cuando construí ese muro entre nosotros. Me dieron los ladrillos, yo solo lo construí. Puede que ahora lo esté pasando mal por Luna, por lo que podíamos haber vivido y no ha podido ser, pero nunca lo pasaré peor que el día que decidí irme de casa y alejarme del sitio al que un día llamé hogar.

Al llegar a mi parada la música vuelve de nuevo a mis oídos y veo de lejos a Mia, que tras verme se acerca a mí con desconcierto.

—¡Te he estado buscando! —me abraza entre asustada y contenta de por fin verme.

—Estaba sentado en otro lado.

Nota mi voz seca y sin ánimo y decide no decir nada más, no sin antes mirarme con el ceño fruncido. El resto del camino lo pasamos también en silencio, y así transcurre también el resto de la mañana.


Al terminar la jornada laboral veo una chica besando a Mia y sonrío, la mayoría de días viene su novia a buscarla, y aunque no sepa su historia, veo cómo se miran, la forma en la que Mia habla de ella, sus ojos brillar al saber que va a venir a por ella. Hacen una pareja preciosa, y yo no me puedo alegrar más por ellas.

Cuando por fin llego a casa me tiro al sofá y observo mi alrededor. Detrás del sofá hay una pequeña mesa para comer con solo dos sillas, ya que no da para más, y tras eso y no muy lejos del sofá está la cocina. Al irme de casa lo hice sin trabajo, por lo que me tuve que ir a casa de un amigo, pero no pude estar mucho tiempo allí, puesto que estaba de gratis. Tuve que irme a casa de otro amigo antes de por fin encontrar trabajo y poder buscarme un apartamento para mí. Pero el trabajo en el que estaba era temporal. Este trabajo me ha aliviado mucho, ya que lo más seguro es que me renueven el contrato y consiga ser indefinido. Pero de momento, para lo que me ha dado el dinero es para alquilar este mini apartamento, que tiene una habitación donde solo cabe una cama, un mini baño, y el salón, comedor y cocina tres en uno. Pero bueno, me conformo.

Con respecto a ellos, no hemos vuelto a hablar. De vez en cuando me llaman, supongo que en sus momentos de borrachera, que fue lo que les hizo perderme del todo. Nunca han sido una pareja que he envidiado, es más, son de esas personas que les miras y dices: no quiero ser como ellos. Son un gran ejemplo a no seguir. Ya que al ver sus actitudes sabes que esas cosas son las que no quieres hacer en un futuro. Y en cierto modo les agradezco eso, me han enseñado a cómo no hay que ser, y qué cosas tengo que evitar para no acabar como ellos. Al fin y al cabo, en algo me han ayudado.

Pensar tanto en esta situación hace que algo dentro de mí se encienda. Cojo el ordenador con rapidez y me pongo a buscar noticias con su nombre: Luna Rodríguez.

Finalmente llego a la conclusión que menos me esperaba: nadie llora su muerte. No hay familiares que hablen de lo destrozados que están y lo sorprendidos que se han quedado al ver a qué se dedicaba, ni amigos consternados y dolidos por su ida. Nadie a quien acudir. ¿Tan sola estaba?

Supongo que muchas de las personas que se meten en ese mundo lo hacen por eso, porque no tienen nada que perder. No hay gente que les pida que dejen de hacer eso, por las que temer por su vida. Nadie a quien darle las buenas noches o los buenos días, a quien llamar cuando tienes un mal día. Normalmente esas son las principales razones por las que empezar a trabajar en eso. Aunque claro está, puedo estar muy lejos de la realidad. 

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¿Os está gustando la historia? 🥰🥰

Luna en el infierno (Completa)Where stories live. Discover now