4: Se ha ido...

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Al subir al tren veo otra vez a la señora de todos los días, aunque ya no suspiro, por alguna razón, hablar con ella aclara mis ideas.

—Otro día más aquí —sonríe mientras se sienta a mi lado. De repente una pregunta invade mi mente.

—¿Hacia dónde se dirige? —pregunto, no muy seguro de que me quiera responder. Sus arrugas y su pelo blanco la hacen parecer mayor, tanto que dudo que esté trabajando. Por su forma de moverse y hablar parece que ya ha superado la etapa de la jubilación.

Me observa atentamente en silencio, parece que dudando si decírmelo o no. Al final decide no contestar, y opta por cambiar de tema repentinamente.

—¡Ayer mi nieto cumplió dieciocho años! Ojalá pudiera felicitarle y abrazarle con fuerza... —su voz se va apagando conforme las palabras van saliendo de su boca. Sigo mirándola y cierro los ojos con pena.

—¿No pudiste llamarle? —pregunto con miedo, no conozco su historia, pero por su forma de decirlo y sus ojos húmedos, deduzco que no deben tener una buena relación.

La señora niega con la cabeza mientras gira su mirada hacia la ventana, observando los edificios que estamos pasando con tranquilidad. Estamos llegando a la siguiente parada, y poco a poco el tren va reduciendo más y más su velocidad. Hasta que finalmente se para, la gente entra y sale con rapidez para buscar sitios libres. Me giro de nuevo hacia mi derecha y me sorprendo al ver el asiento vacío. Vuelvo mi mirada hacia la puerta con rapidez y observo como la señora se aleja por la estación.

Su repentina huida me deja descolocado. Nunca se baja en esta parada, de hecho sigue el trayecto durante dos paradas más. ¿Se ha ido por lo que le he preguntado de su nieto? Pensar que ha podido ser mi culpa hace que un nudo se instale en mi garganta y que la culpabilidad me invada.

Bienvenidos a una nueva cagada de Xavier López.

—¡Ey! —la voz de Mia irrumpe en mis pensamientos, quedando más alta que la música que sale de mis cascos.

—Hola Mia —respondo con pocas ganas. Ya no solo por las horas que son y lo poco que he dormido pensando en Luna, sino también por lo perdido que estoy ahora mismo en la vida.

—Sumamos otro mal día a la vida de Xavi —ríe intentando contagiarme con su risa tan sonora, pero no lo consigue. No tengo fuerza ni para eso.

Finalmente decide enchufar el cable a su teléfono y ponerse también a escuchar música. Cada vez que la veo hace que una pequeña carcajada quiera salir de dentro mío. En la era en la que estamos la gente ya no lleva cascos con cable, ahora se llevan los inalámbricos. Y no entiendo por qué Mia no decide pasarse a ese bando. No se te enganchan en ningún lado haciendo que el móvil se te caiga, ni se estropean con tanta facilidad, son mucho más cómodos sin cable.

Mi atenta mirada en sus movimientos hace que me mire con el ceño fruncido y sin entender qué estoy pensando. Hasta que ve cómo mis ojos están fijos en el cable que sale de su oído. Resopla y se los quita para hablarme.

—¿Por qué eres tan pesado con eso? —se ríe mientras lo dice, haciéndome ver que no está molesta.

—Porque es mucho mejor llevar cascos inalámbricos, es más cómodo —encojo los hombros mientras señalo el objeto que llevo.

—Pero es que mis orejas son pequeñas y esos son muy grandes para mí —repite la excusa que siempre me ha dicho. Esta vez sí que me río y niego con la cabeza.

—¡Hay cascos más pequeños! —me tapo la boca al ser consciente de los decibelios a los que he hablado y ambos estallamos a reír.

—¡Ni que fueras a comisión con ellos!

Tras decir eso reímos y se da por finalizada la conversación, convirtiendo el resto del trayecto en un silencio que solo está envuelto por las canciones, música completamente diferente en cada teléfono móvil. Pero no me centro en la melodía que entra por mis oídos. Entro en la red social más común de los jóvenes y voy directo a la lupa, donde se buscan los usuarios. Busco por el nombre Luna Rodríguez, pero las cuentas que me salen no concuerdan con ella por la foto de perfil. Así que me voy a los hashtags y busco por ahí su nombre. Automáticamente me aparecen muchas fotos del períodico, anunciando su muerte, la que tan deseada era. Y todos celebran que por fin se le ha puesto cara a la jefa de una gran banda. Voy viendo las fotos una a una, hasta que por fin encuentro alguien que ha etiquetado su verdadera cuenta.

Al entrar en la que es la cuenta de Luna me encuentro con solo cinco fotos y con menos de cien seguidores. No hace falta investigar mucho más para descubrir que su vida social era mínima.

Salgo de la aplicación con menos esperanzas de las que entré y bajamos del tren lentamente.

—¿Qué ha pasado con la chica que te había robado el corazón? —Mia se gira hacia mí con curiosidad.

Dudo por unos instantes si contestar o no, y sobre todo en qué le puedo decir. ¿Que es la jefa de algo muy gordo que la hizo morir? ¿Que no la conocía absolutamente nada? Pero eso ya lo sabe, ella misma me lo dijo, solo sé cómo es físicamente. Bueno, como era...

—Se ha ido —contesto finalmente con un pequeño hilo de voz. Por un momento dudo si me ha escuchado, pero al mirarme con los ojos abiertos mis sospechas se disipan.

—¿Estás bien? —su pregunta alivia toda la tensión que tenía dentro de mi cuerpo, esa no es difícil de responder.

Niego con la cabeza mientras intento retener las lágrimas que amenazan con ver la luz. A su misma vez, un nudo se incorpora en mi garganta haciendo que mi cuerpo entre en tensión.

Sin decir nada más se para y me abraza con fuerza, provocando que finalmente todo se vaya de mi control y pequeñas gotas saladas acaben saliendo. Aspiro con profundidad intentando que me entre más aire y finalmente me relajo y dejo llevar por su cariño. No era consciente de lo mucho que necesitaba algo así.
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Luna en el infierno (Completa)Where stories live. Discover now