2: Muere Luna Rodríguez en un incendio

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Suspiro con pesadez al subir al tren y no verla de nuevo. Es el segundo día que no está en el tren de esta hora, y aunque no la conozco, sé que es raro. En todos estos meses no ha faltado un solo día, y este es el segundo que no está. Está bien ¿verdad?

En casos como este detesto no tener su número de teléfono, ni siquiera saber cómo se llama. Porque ahora podría escribirla y asegurarme de que esté bien, pero no puedo.

Me coloco bien arriba las gafas que no dejan de resbalarse y respiro con pesadez. Qué curioso es el destino, cuando por fin decido hablar con ella y empezar a conocerla mejor, deja de venir. ¿Es una señal?

—Buenos días —canturrea una voz a mi lado.

—Buenos días Mia —me quito los cascos para poder hablar con ella.

—Cara larga... —frunce el ceño mientras me examina—, ¿sigues sin saber nada de ella? —asiento.

Nos quedamos unos minutos en silencio, cada uno pensando en sus cosas, hasta que ella vuelve a hablar.

—Xavier, la gente puede aconsejarte muchas cosas, pueden contarte miles de historias, pero es cosa tuya al final. Al terminar el día estás solo en tu cama, con tus pensamientos y nadie más. Yo te puedo decir que me parece cosa del destino y que creo que no deberías hablar con ella. Igual que te puedo decir que te arriesgues, que yo lo hice en su día con mi novia y salió bien. Pero no hay mejores consejos que los tuyos —hace una pequeña pausa mientras observa mi reacción—. ¿Crees en el destino?

Me quedo pensativo y observo la nave por la que estamos pasando ahora mismo. Es de color gris y mucho más grande de lo normal, esta no tiene la pintura quitada como la mayoría, al contrario, brilla más con la luz del sol.

—Sí, siempre he creído en que las cosas pasan por algo, y que nada es porque sí. Pero es que esto se puede ver de distintas formas. Lo puedo ver como que el destino no quiere que hable con ella. O puedo pensar que el destino me está haciendo más fuerte y me está dejando tiempo para pensar bien qué le puedo decir.

Asiente ante todo lo que voy diciendo, haciéndome saber que está de acuerdo con cada palabra que he dicho. Algo que me gusta de Mia es que cuando alguien tiene razón se lo dice, no le cuesta afirmar cuando algo lo ha hecho o dicho mal. Aunque en este caso ambos tenemos razón.

—¿Cuándo me dirás de qué conoces a esa chica? —me pregunta curiosa, porque aún no le he dicho que la conozco del tren, que se baja justo antes de ella subir y que ha habido días que incluso se han podido encontrar.

—¿Cuándo me hablarás de tu novia?

Mi pregunta hace que ella se ría. Asiente dándose por vencida y deja de mirarme para empezar a observar el paisaje.

Siempre me habla maravillas de ella, de lo mucho que la ama y la buena relación que tienen, pero nunca me ha contado cómo se conocieron, como mucho ha soltado cosas como las de antes. Lo que me hace tener más curiosidad aún en su historia.

Así que, con esas dos preguntas damos por terminada la conversación y ambos nos ponemos los cascos para sumergirnos en el mundo de la música. O en el de nuestros pensamientos, porque mis canciones están lo suficiente bajas como para que mis pensamientos resuenen en mi mente. Dejando muy al fondo a Morat y sus canciones de amor. Pero justo cuando mi mente se queda en blanco, suena una canción que jamás había escuchado, ni siquiera la tengo en la playlist. Por mis cascos suena Natalia Lacunza, con una canción que no puede venir más al pelo: Olvídate de mí.

La letra resuena en mi interior haciendo que cada palabra se clave dentro de mí. Porque hay canciones que en ciertos momentos nos escuecen, como si cada estrofa fuera hecha de ácido que corrompe cada parte de nuestro cuerpo. Los compositores aciertan con cada palabra, haciendo que esa canción se convierta en la historia de nuestra vida.

Para cuando hemos llegado a la estación ya ha terminado la canción, dejándome con un sabor amargo en la boca.

La sopa se me cae de la cuchara cuando veo la noticia que están dando ahora mismo en la televisión. Esa noticia no me hubiera importado lo más mínimo si no fuera por la imagen que acompaña ese titular del que tanto se hablaría los próximos días. Solo consigo ver palabras sueltas antes de que mis ojos se llenen de lágrimas: "Muerta", "Luna Rodríguez", "incendio". Y es que es su imagen la que hace que mi mundo se derrumbe. Son esos ojos azules, las pecas en ambas mejillas, esa sonrisa tan cautivadora.

Algo me susurra que eso no es real. Esa noticia es falsa. Está viva.

¿Dónde estás Luna? ¿Es ese tu verdadero trabajo?

Pero no puedo responder a ninguna de esas preguntas, porque me acabo de enterar de que se llama Luna, y me he enterado de la peor manera que se podía, oyendo en la televisión que ha muerto una mujer que ha hecho historia. Y de qué manera la ha hecho.

Comentan que llevaban en su busca mucho tiempo, pero nunca habían averiguado ni su nombre ni su aspecto, ha sido cuando se ha quemado la nave en la que trabajaba cuando se ha sabido de ella, pero por las cámaras de alrededor. Puesto que su cuerpo no se ha encontrado. Dicen que las cámaras y las horas a las que ella sale entrando en el lugar dan a entender que estaba dentro cuando se quemó. Y que probablemente esté ahí su cuerpo, aunque dudo que se pongan a investigar más. ¿Qué les importa a estas alturas? Si, total, por fin está muerta la persona a la que tanto odian y han odiado.

Me levanto dejando la cena en la mesa, el estómago se me ha cerrado por completo, y mi corazón ha empezado a incrementar su velocidad conforme iban pasando los segundos. Según esa reportera, la chica del tren que tan loco me tiene se llama Luna Rodríguez, y ahora está muerta. 

Luna en el infierno (Completa)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu