10 | A 238,617 kilómetros de la luna.

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HARRY

La puerta de mi habitación se abre de sopetón, sobresaltándome. Nicole tiene una expresión de furia super obvia, pero la verdad es que me importa un carajo el motivo por el que está así. No me pongo de pie de la cama, ni siquiera me molesto en ponerme de pie para detener el tocadiscos en mi escritorio junto a la ventana en la pared izquierda de la habitación.

Se detiene al pie de la cama, cruzándose de brazos.

—¿Qué? —Pregunto alzando una ceja.

Se pasa un mechón de su corto pelo detrás de la oreja.

—¿Por qué no fuiste por mí?

No comprendo del todo su pregunta hasta que reparo en su atuendo: un crop-top blanco, jeans de mezclilla rasgados y ajustados a su esbelto cuerpo y unos tacones de punta negros con una correa rodeándole los tobillos. Abro los ojos como platos cuando recuerdo que habíamos quedado de salir a una cafetería a pasar el rato como pareja. Y la había invitado yo.

Me pongo de pie, camino hacia el escritorio y detengo el tocadiscos mandando callar a John Lennon. Me giro sobre mis talones y obligo a mis labios a dibujar una sonrisa de disculpas.

—No te acordabas, ¿verdad?

—Lo lamento, perdí la noción del tiempo mientras...

—Siempre es lo mismo contigo, Harry. ¿Por qué solamente lo que tiene que ver contigo nunca se te olvida?

—Nicole...

—No, nada de Nicole —dice imitando mi voz—. ¿Sabes las horas que tardé arreglándome para terminar sentada en el sillón de mi casa con la imaginaria apariencia de cara de payaso por creer en tus palabras?

Trago saliva, aprieto los labios.

—¿Qué estuviste haciendo todo este momento como para olvidarte de nuestra salida?

¿Cómo se le dice a la chica con la que sales que no recordabas la cita por estar revisando el perfil del nuevo integrante del equipo de basquetbol? Digo, podría inventar una excusa, porque la verdad es que no tengo ganas de escucharla gritar en mi habitación.

Así que miento.

—Tarea.

Alza una ceja y se carcajea.

—Ajá, ¿y en dónde están tus apuntes? Porque en esta madriguera no hay otra cosa que no sean tus calcetines sucios y tiesos de vete a saber cuánto tiempo llevan sin lavar...

Reprimo una sonrisa.

—Harry —da varios pasos hacia delante, hasta detenerse a pocos centímetros de mi cuerpo. Me coloca una mano en el hombro y con la otra comienza a acariciar la piel desnuda de bíceps que está libre por la camiseta negra lisa que llevo puesta. Después la observo acercar su rostro a mi cuello, y luego sus labios dejar un pequeño beso en él—. ¿Ya no me quieres?

Frunzo el ceño, confundido por su repentino cambio de humor.

—¿Por qué la pregunta?

—Me tienes muy olvidada últimamente...

—Amor —murmuro separándola de mí, la miro a los ojos y aprieto la mandíbula—. Que no estemos las veinticuatro horas juntos no significa que no te quiera. Somos novios, no la mascota del otro para estar juntos en todo momento.

Pone los ojos en blanco y se gira sobre sus talones, suspirando. La miro caminar hacia la puerta, la cierra y pone el pestillo. Ladeo la cabeza, me relamo los labios y aprieto nuevamente la mandíbula cuando una sonrisa se dibuja en sus labios, y comienza a pasarse ambas manos por el comienzo de sus pechos, provocando.

Tan cerca de la luna [#1]Where stories live. Discover now