39: A 319 kilómetros de la luna.

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HUNTER

Siempre hay un momento exacto de la madrugada donde todo es absoluto silencio, pero no un silencio de esos que se sienten tranquilizadores o abrumadores, sino de los silencios que parece que eres el único ser humano en la tierra. Y es en esos silencios cuando solamente están tú y tu mente.

Algunas veces el estar solo con tu mente puede ser aterrador, porque la mente es un arma de doble filo que o bien te ayuda a mejorar en cualquier cosa que quieras, o bien puede destruirte de todas las maneras posibles.

Y es justo lo que estoy haciendo esta noche.

Pensar.

Pensar.

Pensar.

Una lágrima se desliza por mi mejilla al escuchar el eco de su voz en mi mente diciendo: «Al parecer ya tomaste tú la decisión, así que...» y el recuerdo de la imagen de él yéndose sin importarle nada en absoluto se reproduce una y otra y otra vez en mi mente.

Sabía lo que hacía, claramente.

También sabía que estaba siendo egoísta por solo pensar en mis sentimientos sabiendo que le había prometido tiempo.

Era un hipócrita, lo soy.

Pero... ¿el amor es esconderse? Por supuesto que no.

Me siento en el borde de la cama mientras un par de lágrimas se deslizan por mis mejillas, humedeciéndolas. Me pongo de pie sin importarme estar descalzo, y avanzo hacia la puerta de la habitación. Salgo, encaminándome hasta la sala de estar, y emito un enorme suspiro cuando llego a la puerta principal.

Necesito aire.

Abro la puerta y salgo sin hacer ruido, después la cierro detrás de mí y comienzo a caminar en el césped del jardín frontal de la casa, dando círculos.

—¿Hice bien? —Murmuro para mí mismo.

Aprieto la mandíbula.

—¿Qué estará haciendo ahorita?

Me relamo los labios.

—¿Le marco?

Sorbo por la nariz.

—No, mejor lo dejaré en paz...

Después de unos minutos, la brisa nocturna se hace cada vez más fría y termino por volver a mi habitación, pero sin poder pegar el ojo toda la noche.

+++

El timbre del final del horario académico resuena por cada uno de los pasillos del instituto trayendo consigo un sinfín de suspiros de cansancio y estrés entre los alumnos. Guardo mis cosas, salgo del salón y me encuentro a Jason en su casillero entre la multitud.

—¡Ey! —Me saluda apenas verme caminar hacia él.

Tiene una enorme sonrisa en los labios, seguramente la pasó espectacular el fin de semana con cualquier tipo o tipa que conoció en una de sus aplicaciones de citas sexuales. Aunque fui bastante egoísta con Harry, no puedo serlo también con Jason, así que me fuerzo a regalarle una sonrisa lo bastante creíble para no amargarle su día.

—¿Cómo estás, Jay? —Inquiero, chocando el puño con él.

—¿Sabes? No sé por qué seguimos saludándonos así, es bastante hetero el chocar puños y tú y yo de heteros no tenemos ni el nombre —se ríe.

Pongo los ojos en blanco.

—Me parece de muy mal... bueno, se me fue la palabra, pero no puedes andar etiquetando las acciones convencionales con la sexualidad —dice Lexie apareciendo detrás de mí, sobresaltándome—. Pero, he de confesar que tienes cierta parte de razón, energúmeno, se ven muy heteros chocando puños.

Tan cerca de la luna [#1]Where stories live. Discover now