31 | A 11,769 kilómetros de la luna.

24 3 1
                                    

HUNTER

-Ni loco haré algo así, ¿oíste? Me niego rotundamente a hacer el ridículo -sentencia Harry mientras jalo de su mano para hacerlo entrar en el pequeño cubículo fotográfico-. No quiero formar parte de la lista de adolescentes clichés que han pasado por esta cabina de fotos y hacen caras raras a la cámara.

Pongo los ojos en blanco dejando salir una pequeña risita de mis labios.

-Si algo te aseguro es que no eres nada original al decir eso, suenas como los chicos malos de las películas juveniles -me quejo.

-Pero al menos no piso una cabina fotográfica.

Hago un puchero.

-Andaleeee, entremos -insisto.

-Nop.

-¿Y si te recompenso de rodillas?

Alza una ceja captando la indirecta.

-Tus chantajes sexuales no van a funcionar, Elmo -murmura, sonrojado.

Suelto su mano y me acerco a él, pegando mi rostro al suyo y susurrándole al oído:

-Si nos hacemos estas fotos, saliendo de aquí haremos lo que tú quieras... -Mi aliento choca contra su piel, estremeciéndolo. Y sé que es así porque su espalda se pone recta y coloca sus manos en mi cintura.

Me retiro unos centímetros de él y sonrío al ver en su rostro una expresión de convencimiento.

-¿Lo que quiera?

-Lo que quieras.

-Te vas a arrepentir de esto, Hunter, más que yo de formar parte de algo cliché.

Sin decir más, ambos nos metemos en la cabina. Cerramos la cortina de tela negra y nos sentamos en el pequeño banquito de madera que hay en el interior, y después todo queda marcado en una serie de seis fotos en miniatura donde lo que más puede darse a notar es lo que sentimos el uno por el otro. Para no querer formar parte de los jóvenes clichés de las historias de amor, Harry hace varias caras graciosas a la cámara, y en dos une sus labios con los míos.

Cuando salimos del lugar, el señor encargado de la cabina nos entrega la tirita con las fotografías y nos desea una buena noche con una enorme sonrisa en sus labios. Le agradecemos y caminamos entre la enorme multitud de gente que ha ido congregándose en el sitio conforme las horas han ido pasando.

-Oficialmente nosotros nos hemos convertido en un cliché más, Elmo.

-Nosotros ya éramos un cliché desde que nos pusimos estos apodos, Taz.

Se frena en seco, chocando con un señor de unos treinta años aproximadamente, mirándome con una expresión de incredulidad. Alzo una ceja sin saber qué le sucede.

-¿En serio acabas de decir lo que acabo de oír? -Inquiere.

-¿Qué?

-¿Sabes cuánta originalidad hay en nuestros apodos?

Pongo los ojos en blanco y me río.

-Yo no...

-No -me interrumpe caminando hacia mí-. O sea, ¿no notas lo original de nuestros apodos? Mientras otras parejas se llaman «bebé», «amor», «cariño», «corazón», apodos que por cierto son bastante ridículos y cursis, nosotros nos tenemos un apodo con un significado más allá de lo que sentimos. Es un apodo por nuestra personalidad, Elmo.

-Sí, lo entiendo, pero...

-Pero nada, solo deja de hablar y bésame.

Sin mediar palabra, sin dejar pasar un segundo más, hago lo que me pide y lo tomo de las mejillas para estampar mis labios contra los suyos, uniéndonos. Su lengua se abre paso por mi boca hasta jugar con la mía, mientras sus manos me rodean de la cintura. No me importa que la gente a nuestro alrededor nos mire, nos juzgue, o lo que sea que quieran hacer al ver esta escena en vivo y en directo, no me importa nada porque cuando sus brazos se cierran por completo al rodear mi cintura y pega su cuerpo al mío con su pecho uniéndose como un imán al mío... todo desaparece.

Tan cerca de la luna [#1]Where stories live. Discover now