12 | A 201,832 kilómetros de la luna.

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HARRY

El timbre de la tercera hora resuena por los pasillos del instituto y una gran cantidad de suspiros de cansancio le hacen compañía. Yo soy uno de ellos. Las días han pasado y mi cuerpo está cansado de debatirse entre las tareas y los entrenamientos de basquetbol, además de tener que soportar los cambios drásticos de ánimo que tiene Nicole...

Para ser sincero, ya no tengo ni la menor idea de qué somos. A estas alturas nuestra relación se ha resumido en tener sexo, peleas, reclamos, citas fallidas y más sexo de reconciliación. Y poco a poco estoy comenzando a hartarme de esta relación llamada "rutina". Ayer después de haber tenido por decima ocasión una reconciliación en mi cama, terminó gritándome que el peor error de su vida fue fijarse en mí.

Sin embargo, aquí seguía... junto a mí.

Con cara de pocos amigos, guardo los cuadernos y bolígrafos en la mochila, me pongo de pie del pupitre y me echo la mochila sobre el hombro. Obligo a mis pies a caminar hacia la puerta del aula, sintiendo una tranquilidad extraña al ver que el salón está vacío y era el único que quedaba-

Pero esa tranquilidad queda reducida en nada cuando, apenas cruzar la puerta, choco contra algo. O, más bien, contra alguien. Bufo y pongo los ojos en blanco cuando veo a un chico inclinarse contra el piso para recoger algunos libros que se le han caído con el encontronazo, y opto por ayudarlo.

Pero apenas estar a la altura de su rostro, una sonrisa remplaza mi cara de amargura.

—Para la próxima fíjate mejor por dónde caminas... Elmo.

Sus manos dejan de moverse cuando pronuncio esa última palabra. Sonrío socarronamente y recojo las últimas cosas que hay tiradas en el piso aún, después me incorporo y lo miro desde mi altura.

Su rostro se gira en mi dirección, encontrándose con mis ojos.

—¿Qué? ¿Esperas que también te levante a ti?

—¿Cómo por qué lo harías?

—No lo sé, pero no me molestaría...

Antes de darle oportunidad de hablar, miro en ambas direcciones del pasillo comprobando la poca cantidad de gente que hay con las cabezas sumergidas en sus taquillas. Me ajusto la mochila y me inclino hacia él, entregándole sus útiles para después meterle un brazo por detrás de las rodillas y otro en la espalda, por debajo de la mochila, y lo cargo.

Abre los ojos como platos cuando le sonrío.

—Esto es demasiado raro, para que lo sepas...

—Tú eres el raro.

—Chistoso —pone los ojos en blanco.

Me giro sobre mis talones, sin dejar de mirarlo, e ingreso en el salón nuevamente. Camino hasta el escritorio donde minutos antes estuvieron las cosas del maestro Jones, el de Literatura. Apenas quitar mis brazos de su cuerpo, se incorpora, sentándose en el borde de la mesa.

Rodeo el escritorio, sentándome junto a él.

—¿Cómo estás? —Le pregunto, sonriente.

Hunter se baja de la mesa, se quita la mochila y guarda los libros que lleva en brazos en ella. Después camina y se sienta en uno de los pupitres vacíos frente a mí. Deja la mochila en el suelo y se cruza de brazos, recargándose contra el respaldo.

—Pues... Bien, supongo.

—¿Supones?

Se relame los labios y yo tomo con fuerza el borde de la mesa como acto reflejo ante su acción. Echa la cabeza hacia atrás, suspirando. Una pequeña y gruesa vena se hace notar en su piel, aprieto la mandíbula.

Tan cerca de la luna [#1]Where stories live. Discover now