Capítulo 3: Las dudas de Rett

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Haley Bullock:

—¿Haley?

Me giré con el libro aún en la mano. Seguramente mi cara lo decía todo y él pareció adivinarlo porque entró fijándose en lo que sostenía.

—Hola Rett.

—Mamá dijo que estabas aquí —comentó. Claramente no estaba como el día del entierro de Diane, pero sus ojeras delataban que sus noches eran pésimas.

—Sí, uhm... Decidí que quería venir, no me estoy sintiendo muy bien y pensé que afrontándolo me sentiría mejor.

Ver al hermano de Diane me daba una sensación de cercanía con ella misma. Pero a él, particularmente, lo percibía diferente. Creo que pasamos a ser personas muy distintas después de ese día.

—¿Y si te funciona? —deslizó su mano izquierda en la nuca y caminó en dirección a la peinadora.

—No lo sé. Ese día fue brusco pero entrar aquí es más drástico. Desde que entré, ella a fallecido más de diez veces en mi cabeza. En esta habitación todo se repite una y otra vez —aseveré pasando algunas páginas del libro, me sentía distante.

—Ya no quiero vivir aquí —me confesó sentándose en la silla de la peinadora—. Quiero huir o despertar en otro lugar.

—De vez en cuando pienso que despertaré dándome cuenta que es una pesadilla. Cuando amanece, el regreso de la realidad azota mi cotidianidad —si así me sentía yo, no quería imaginar en como se sentía Rett, era deplorable.

Suspiró mirándome detenidamente. Sus cejas eran una copia exacta de las de su hermana, finas y perfectas, al igual que el castaño de su cabello. Aunque a mi parecer, el tono era más claro que el de la Sra. Albertson.

Se levantó para ubicarse en frente de la cama, un tanto circunspecto.

—Fui un hermano para ella —su risa fue sarcástica, no apartó la mirada de las manchas de sangre sobre el colchón desnudo —¿Fui un hermano, Haley?

Su pregunta me tomó imprevista. Los más fracturados fueron sus padres y él, siempre sentirían una gran culpabilidad.

—Eres grandioso Rett, lo sabes. Te amaba, así pienses lo contrario o te sientas culpable. Yo me he sentido culpable y creo que mi papel de mejor amiga fue un simple estorbo, también siento que pude impedirlo pero, ¿cómo darse cuenta de tal decisión? —mi cara se entristecía con cada palabra que salía de mi boca.

Él se volteó, trataba de no inmutarse y le funcionaba. Rett y yo compartíamos algo en común, no le gustaba hablar con muchas personas. En la preparatoria se sentaba solo y se alejaba de todos. Era muy inescrutable: por mucho que uno intentaba saber que sentía, a veces era imposible. Siempre mantenía ese aura varonil y de rudeza, así las personas no se le acercarían. Esa era su forma.

Muchos tampoco lo saludaban por el hecho de haber peleado con dos estudiantes de su clase. A ambos los envió al hospital, y la verdad es que su complexión física le favorecía siempre. Su nariz perfilada, su mirada oscura y solitaria llamaba la atención de muchas, pero tampoco se atrevían a hablarle a alguien que tenía un historial de impulsividad enorme.

Bajo la muerte de Diane, con quién mantuvo una relación prácticamente sólida y hermosa, todos se prohibieron hablarle. Parecía cruel, pero él mismo se encargó de alejarlos a todos. Pensé que hicieron lo correcto.

—Si su intención era hacerme creer que quería vivir de todas las formas posibles, le funcionó. Fue tan exacta con sus acciones, con tal de que nadie tuviera sospechas de lo que sentía —profirió con cierta tranquilidad analítica—. No he sufrido lo suficiente, apenas comienza. Mi mala suerte es tener que sentirme así todos los días, tener que vivir, y ella muerta y en paz sin sentirlo.

Lunenburg©Where stories live. Discover now