Capítulo 4: Una entrada hacia la muerte

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Haley Bullock:

Quería despejar mi mente y visité un parque sin pensarlo dos veces. Me encontraba en uno de mis preferidos. De hecho uno de los más solitarios de la ciudad. El clima se llevó todo el protagonismo en su afán de no mostrar ni un rayo de luz entre las nubes, que se tornaron de un gris muy pronunciado y oscuro. Parecía que más bien estaba anocheciendo.

Pero me gustaba. La brisa helada abrazó cada parte de mí y de vez en cuando aparecían ciertos destellos en el cielo, amenazando con otra tormenta. Iba hacia adelante y hacia atrás levemente, sentada en un columpio y repitiendo de manera monótona el mismo movimiento. Sumergida en mis pensamientos, vi todos los árboles y pinos que rodeaban la zona, tan espesos que no me dejaban ver más allá. Era un parque cerrado. Los grados bajaron mucho con el impacto de otoño sobre nosotros, pero mientras más frío hacía, más expuesta quería estar frente a la naturaleza.

Mi silencio fue interrumpido por el chirrido del columpio que movía para relajarme. El césped debajo de mí parecía secarse, a pesar de que todo lo demás se distinguía con colores verdes oscuros ya que el otoño apenas comenzaba. Mi rostro se mantuvo sin expresión alguna, mientras por dentro había un cataclismo. Ya no se trataba de paranoia, Rett también pensaba cosas.

Aparte de su familia, o por lo menos Rett, yo no estaría en este lío mental si no hubiera conocido a Diane tan a fondo, recibiendo cada una de sus increíbles personalidades, sus explicaciones, inclusive su manera de vivir y amarrarse a todo lo que le gustaba. Claramente eran sus convicciones las que nos hacían dudar, era una chica viva y poderosa. Según nosotros, le sobraban las ganas de existir. No quería ser tan insistente con el escrito en el libro, ¡Pero Dios! ¿A quién se le ocurría?

Traté de ser congruente, pero me bastó analizar pequeños detalles para que mi cabeza estallase. Fueron demasiado momentos, demasiadas frases y demasiados recuerdos, que cada vez que se manifestaban, imaginaba esa pequeña posibilidad. Caí mil veces en preguntas más razonables.

¿Cómo no serlo? Más bien, ¿por qué no sería un suicidio? Es lo que a vista de todos es, y debía ser siempre. Pero ni Rett se sintió seguro del todo. Me contó que Diane tenía demasiados planes con él, y cada vez que surgía una nueva idea entre ellos, sonaba muy entusiasmada. Y si de verdad actuaba tan espontáneamente, vaya talento.

En el fondo queríamos pensar otras cosas, de seguro por el hecho de no aceptar la atrocidad. Si no aceptábamos las cosas como sucedieron, ¿acaso estaríamos preparados para otra? También creí que eran efectos de nuestro duelo, o de esos toques de ansiedad que tratábamos de ocultar. Estuve pidiéndole a mi imaginación que se detuviera.

La mayoría de las personas en la ciudad nos conocíamos y teníamos buenas relaciones amistosas, "aparentemente". No había nada que acabara con la tranquilidad de la población. Aparte el alcalde hacía un buen trabajo, pero ya no sentía tranquilidad.

Extendí las cosas mucho más atrás y me encontré con la desaparición de la hija de los Armstrong. ¡Por todos los cielos, le deformaron el rostro con una roca, me pareció demasiado espantoso! Lo que más me preocupó fue que las autoridades aún no daban con el responsable.

Y ahora la ciudad se estremecía ante un suicidio que llegó a oídos de todos los hogares y familias. Sí, Lunenburg era representada por una hermosa tranquilidad, pero, ¿ahora que tenía de hermosa? La hallé brumosa y alejada. Lo peor era que todos nos manteníamos en un silencio impaciente para mí.

Hice una larga exhalación. Comencé a sentir chispas de lluvia sobre mi piel. El parque estaba despejado de niebla, pero paulatinamente aparecieron algunas no tan densas, que incluso se acercaron a mi posición. Percibí unos pasos. Se sentó en el columpio que estaba a mi lado, mirando hacia el frente con calma. Al menos mi soledad podía ser interrumpida por alguien que quería demasiado.

Lunenburg©Where stories live. Discover now