Capítulo 16: Ángulos

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Haley Bullock:

—¿Se acerca tu cumpleaños, Haley?

—Nada que celebrar.

—Al menos sigues viva, es suficiente.

—Un año más cerca de la muerte.

—O tal vez unos días.

Rett y yo caminamos a pasos lentos en el medio del bosque, pero no se trataba de los lugares frondosos aledaños a la ciudad. Un camino de asfalto se alargaba frente a nuestra vista, sillas de acero circundantes y de formas atractivas, parecían ser la estrategia de invitación de la propia naturaleza, para sentarse en ellas y respirar aire puro. Decidimos ir por aquí para recortar camino hacia nuestras casas. Había caído una breve llovizna segundos atrás, y las gotas sobre las hojas descendían de los árboles para perderse en suelo, mi nariz se llenó del olor a tierra mojada y la frescura embriagó mi mente.

—Lo soportarías —dije sin pensarlo.

—Tal como soporto que ella no esté conmigo —fue tan apático, que pareció cierto. Era todo lo contrario.

Guardé silencio. Mientras los días transcurrían, más difícil se sentía. No sabía de que forma lo llevaba él, era muy difícil que se expresara y sobre todo con el tema de su hermana. Suspiré con tristeza.

—¿De verdad te cuesta tanto desahogarte?

—Lo hice en el funeral, no tengo que seguir ahogándome con lo que ya no puede ser —él intentaba ser fuerte. Pero colocando corazas en su malestar verdadero, llegué a considerarlo contraproducente.

—Te estás ahogando —expresé con la vista hacia adelante. Me lanzó una mirada odiosa—. Evitas tocar fondo, no te permites un mínimo impulso y contrario a fingir que lo puedes superar rápido, aumentas tu dolor como si volvieses de la muerte para morirte de nuevo.

Dos pequeños pasos cortos, fueron suficientes para que él se adelantara, ubicándose en mi frente sin dejar de caminar y retrocediendo de espaldas. No me detuve así que fue inevitable el contacto visual. Pareció no importarle mi comentario y levantó su ceja.

—Te crees muy lista, ¿verdad?

—Supongo que así te debes sentir, no me parece extraño. Así es que traigo a la vida esa misma escena... Todos los días. Eres su hermano, ¿a quién engañas cuando mantienes el aura del chico malhumorado?

—Me tomaré eso como un "sí, me creo muy lista" —noté sus ojeras. Al parecer con los días no cesaban.

—Deberías descansar, no es justo que te abstengas de esa manera —le aconsejé.

—¿Acaso dejo de verme atractivo con ellas?

La tranquilidad que esbozó fue genuina, dando a entender algo trivial, obvio y sin importancia para él. Pero era cierto que unas simples ojeras no podrían dañar la notoriedad de toda su gracia.

—¿Te has pintado el cabello?

—No

—¿Estás haciendo ejercicio?

—No.

—¿De donde rayos sacas tu apariencia? —pensé que me estaba mintiendo, era difícil creer que se mantuviera en forma sin mover un dedo.

—Lo he dejado hace poco, pero en cualquier momento lo pienso retomar.

—Intento recuperar el equilibrio en los libros, pero hace varias semanas que no he vuelto a leer, deberíamos apoyarnos juntos: yo te doy apoyo moral en tus rutinas de ejercicios, y tú me ayudas a encontrar libros de misterio, o no lo sé, acompañarme a los museos.

Lunenburg©Where stories live. Discover now