Capítulo 19: Laberinto y escape (Parte II)

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Jinny Spinster:

Debía aprovechar este momento al máximo, ni yo misma creí que fuese capaz de tanto. Diversos rostros y gestos fueron los que provoqué en la cena, y por suerte nadie me detuvo. Seguro fue porque preveían situaciones peores y habían decidido darme la libertad de huir. Sonreí mientras corría. Por primera vez, hice que mis padres redujeran sus reacciones, fue un caso excepcional.

Mi celular no dejó de vibrar con las llamadas de Zac, iba por la tercera. Estaba preocupado porque evidenció que no me hallaba tan sobria como al inicio de la cena. Durante una momentánea vibración, abrí el mensaje que me acababa de llegar.

"Por lo menos dime en donde estarás para quedarme tranquilo", omití su mensaje. Aun no me sentía capaz de contarle sobre mis tiempos íntimos con Cameron, lo que vendría después de eso, seguiría siendo un misterio para mí. Zac reconocería de inmediato que se trataba de un lío que cuando llegase a oídos de mis padres, Noruega sería la opción para los que gobiernan en la casa.

Mi comprensivo padre no se opondría a tales medidas. Si se enteraba que yo salía con el hijo del alcalde, a quien detestaba por sus desacuerdos ideológicos, sería la última pieza que volaría en mi contra.

Minutos después, cuando el suelo fue inclinándose y las casas dejaron de aparecer en cantidades, descendí por unas escaleras de asfalto al borde de la carretera. Me tropecé, y la copa que me entregó Richard, resbaló de mis manos hasta quebrarse. Cuando di con el último escalón, me encontré sobre el borde de un extenso parque verde, con faroles de luz amarillentas esparcidos por doquier, y que sin embargo, no eran iluminación suficiente para la oscuridad de la noche.

Me desvíe del parque para dar con la acera de la calle, le marqué a Cameron en un mensaje y no recibí la respuesta que imaginé. Mi celular vibró de inmediato y leí su nombre. Mi sonrisa se escapó con lo tonta que me sentía cuando él hacía cosas tan pequeñas como esas.

—¿Dónde estás? —traté de sonar calmada y reduje la velocidad de mis pasos.

—¿En dónde quieres que esté? —oí del otro lado. Juré ver su rostro al llevar esa pregunta a la conversación.

—En cualquier lugar que no sea tan parecido al sitio del que me acabé de escapar —crucé mis ojos inconsciente, y se notó el pequeño cansancio en mi voz.

—Estoy a punto de llevar a una chica a un lugar más cálido —respondió y me detuve en seco.

—¿Con qué una chica? —enarqué una ceja—. No tenemos algo serio, si piensas o esperas un ridículo y común ataque de celos, te has equivocado.

Intenté sonar desinteresada, pero mi cerebro calculó mal mis entonaciones. Para Cameron no pasó desapercibido y oí una risa grave y traviesa, que por muy breve que fuese, me revolvió un poco porque ese sonido venía acompañado con toda su imagen, sus pecas, su carita inocente, sus metros de altura y su cuerpo sin camisa cuando nos vimos.

—¿Entonces jugamos a no sentir algo? —no dejó de hablar con esa pequeña diversión que me disolvía continuamente.

—O jugamos a los inocentes.

—No te coloques en desventaja, te podría ganar con facilidad —emitió con altivez.

—Tu y yo sabemos que de inocente solo tienes el puto rostro, eres un malvado que intenta ser bueno conmigo —aclaré quitando el celular de mi oreja y sosteniéndolo frente a mi boca.

—Tienes razón —profirió indiferente y muy distinto a como solía hablarme—. Ahora prefiero irme con esta chica que contigo. Pero cuando ya no la necesite a ella o me canse de tener una noche deseada, prometo que buscaré de ti.

Lunenburg©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora