Capítulo 29: Luces y calabazas (parte I)

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Haley Bullock:

Por la parte trasera de la iglesia había una pequeña plaza con sillas de acero. Teníamos que empezar a cambiar nuestra vestimenta por abrigos más gruesos. Las temperaturas llegaban casi a los cero grados, a pesar de que el invierno no había llegado.

Un farol a metros de la plaza, era lo que nos reflejaba en los rostros, juntos con las densas estrellas del firmamento oscuro. Temblé, las manos se me congelaban. Ellos tampoco estaban exentos al clima. Las mejillas de Jinny se pusieron rosadas, y la nariz de Sean adquirió un tono rojizo, aparte de la sangre que le seguía descendiendo de los orificios. Se seguía quejando porque el frío le causaba más ardor.

—¿Trevor nos está espiando? —preguntó Jinny.

—No me parece lógico —mis dudas superaban las afirmaciones de Sean—. En cambio los Dankworth, Will y hasta Samanta...

El de la nariz rota frunció las cejas, igual de incrédulo.

—¿De cuantas personas sospechan ustedes?

—Si incluimos a Trevor, unas siete. Mientras más tiempo transcurre, la situación se vuelve demasiado incoherente. —expresé, titiritando del frío.

Jinny se frotó las manos. Se sopló un par de veces.

—La familia del alcalde siguen siendo los principales, y después de lo que me pasó en Canterlot, nada puede cambiar mis ideas.

Sean enarcó una ceja, entornó los ojos. El espasmo que le causaba la temperatura desapareció de pronto.

—Con qué Canterlot, ¿eh?

—Sí, Canterlot.

—¿Y que te sucedió allá, Jinny? —el chico interrogó con sarcasmo.

—Tu interés debería tener un nivel de incumbencia, ¿no lo crees? Me suceden muchas cosas —Jinny se olvidó de todo lo demás, soltando con adustez.

Sin apartar la mano de su sangrante nariz, dio pasos al frente. Ella levantó el mentón porque Sean era muy alto. Volvió a limpiarse la sangre. Siseó como si fuera un hecho:

—Me importa Jinny. Si tendremos una jodida relación debe ser lo más creíble posible.

—No he dicho que sí —lanzó ella.

—No tienes opciones, así que siento mucho causarte incomodidades.

—Aburres, y eso es todo lo que tienes para ofrecer.

Alguien debía detenerlos. El chico seguía respondiendo cada sutil insulto de Jinny. Su rostro, por mucho que lo ocultara, revelaba un atisbo de molestia por no conseguir que se callara, o que dejara de colocar situaciones difíciles entre los dos, que por lo visto, jamás comenzó con buen pie.

—¿Aburrido yo? Asumiré que lo dices porque no me creo el centro de los problemas, y eso me hace menos aburrido, ¿verdad? No tengo que fingir decisiones. Tampoco juego con la necesidad de volcar una mesa simplemente porque no se abrir la boca. ¡Oh! —quitó la mano de su nariz, observándola con burla—. Yo sigo la secuencia porque quiero. Si tan solo le dijera a mis padres que no quiero estar contigo porque también me pareces aburrida...

—¡Te advierto que cierres tu repugnante boca antes de que te sangre peor que la nariz!

—Ellos lo detendrían porque mi voz si tiene relevancia en la familia, pero tú, Jinny, seguirás moviéndote con abandono. No sabes actuar con normalidad. Solo sabes convertirte en el bicho raro —expulsó a centímetros de ella. Creo que veía un tic nervioso en el ojo de Jinny. El chico no se quedaba atrás, sus dientes se apretaron ante cada palabra.

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