Capítulo 22: Salto al vacío

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Haley Bullock:

Posterior a la perturbación del descenso de aquella figura, surgió la insoluble averiguación que se adueñó no solo de la policía, sino también de las personas que nos disponíamos a pasar una tarde tranquila. Parecía que donde colocábamos un pie, se juntaba la catástrofe, la muerte, todo lo que ahora se organizaba como un plan macabro y silencioso. Los días que aparentaron ser silentes, realmente fueron como los movimientos inciertos de algo nuevo. ¿Era un accidente, una falla de logística? El problema grave al que seguro se vería sometida la agencia encargada de los vuelos, estaba un punto de entrar en investigaciones exhaustivas.

—¡¿Me puede decir quien rayos cayó del globo?! —una señora, hundida en la desesperación, le gritaba a un policía. Las autoridades competentes no tardaron en esparcirse casi de inmediato.

—Señora, el cuerpo es imposible de reconocer, estamos trabajando lo mas pronto posible por averiguar quien es... Los forenses llegarán en minutos —el oficial enderezó su placa, pegada a su chaleco

—¿Lo más pronto? —indignada, le dio una mirada furtiva, llena de desconfianza—. ¡Su lentitud me provocará un infarto! ¿No entiende que mi hijo se montó en una de esas malditas aeronaves?

Otro oficial llegó con cara de pocos amigos, un grupo enorme de personas se arremolinaron en torno a ellos y empezaron a protestar. Al parecer, muchos tenían familiares sobre las alturas. El suspenso de no saber quién había sido el desdichado, colocaba a todos en la misma bolsa de probabilidad: perder a un ser querido de la manera más cruel existente, por lo menos visualmente.

Rett... Jinny...

—¿Dónde están? —temí lo peor. Mi cabeza proyectó que uno de los dos haya sido el infortunado. No lo soportaría. Un golpe así se transformaría en un infierno abismal. Mis ojos se humedecieron tan solo por recrear algo parecido.

—No tengo la menor idea —respondió Zac. Su respiración cambió con evidencia, y supe que por su cabeza pasaba lo mismo.

Las voces mezcladas no ayudaban a calmar los nervios, contagiaban con el mismo terror que transmitían. En este parque podían entrar varios campos de fútbol con facilidad, la impresión de que se hallaba vacío se definió hasta el momento de la caída del cuerpo. Desde la lejanía, y hasta donde mi vista no llegaba, mucha gente se vio diminuta hasta que se fueron acercando a nuestra ubicación, donde los policías fallaban en calmar la atmósfera.

Los demás globos, ya alejándose del parque para aterrizar en otro lado, se mantuvieron indiferentes al desastre que había en tierra. La noticia los dejaría sin palabras al momento de que sus vuelos terminaran.

—¿Será que lograron elevarse en uno? —la mano de Zac enfocó en su frente para echarle un vistazo a los cielos.

—Nuestros celulares están en el auto —respondí con una inquietud que ya deseaba apagar—. Yo los busco.

—No, yo los busco —se ofreció—. Si aparecen entonces espérenme para largarnos de aquí, ya no soporto estas escenas.

Se fue. Me alejé del bullicio y todo el jaleo, que subía de tono con cada persona que se acercaba. Busqué el sitio en donde organizamos el picnic. Mientras caminaba, doblé mi vista hacia el estropeado cuerpo. Mi aliento se trancó cuando divisé la mancha enorme y viscosa sobre la pradera. Fue extraño no encontrar algo más, como si el cuerpo hubiese desaparecido. Por eso mis ojos recorrieron con lentitud y cuidado todo su perímetro.

"¡Maldición, no!".

Solté un pequeño grito, que oprimí con todas mis fuerzas. Mi cabeza se enderezó al frente, mis ojos se apretaron, perdiendo la visión por segundos. Traté de eliminar lo que mis ojos acababan de ver: extremidades esparcidas por doquier. No distinguí si se trataba de un brazo o una pierna, pero no quería recordarlo. Llegué al picnic jadeante, como si acabara de correr. La energía que mi cerebro gastaba para digerir lo que sucedía, llegó a su límite, en secuencia con mi corazón palpitante.

Lunenburg©Where stories live. Discover now