Capítulo 9: Los secretos de Jinny

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Jinny Spinster:

No era sencillo vivir bajo cierto encierro, siguiendo reglas con exactitud, tratando de hacer las cosas bien para obtener una aprobación que no me llenaba, que solo aumentaba el vacío. Toda mi vida había intentado hacer las cosas bien pero bajo cierta presión, la misma que me hacía actuar con nerviosismo y echar las cosas a perder. Existía alguien a quien nunca quería defraudar y aunque parecía que no, se trataba de mi hermano... Zac.

En mi deseo de no defraudarlo, lo hacía. Me daba mucha rabia no lograrlo, tal vez por eso repelía su control, o su obsesión con protegerme. Yo lograba meterme en problemas y él terminaba ayudándome, no sin antes gritarme, molestarse conmigo y dejarme de hablar. Me afectaba aunque yo fingía que no. De hecho, debía reconsiderar mis acciones y ordenarlas mejor. Tenía que pensar más en mi familia, remover mis actos.

Era lo que me decía al mismo tiempo que toda mi voluntad me llevaba la contraria, mientras intentaba escabullirme en mitad de la noche para salir de casa.

Imposible que a las dos de la madrugada, Zac o mis padres estuvieran despiertos. Así que abrí la puerta de mi habitación con una lentitud que me llenaba de impaciencia. Asomé mi cabeza y observé el pasillo hasta el fondo, completamente a oscuras. El silencio era abismal y casi podía aplastar toda la casa, lo que me preocupaba ya que, al mínimo ruido podría llamar la atención.

Salí queriendo volar en vez de pisar el suelo, hasta yo misma escuchaba mis pisadas. Mi sombra se vio reflejada por el brillo de la luna a través de las ventanas. Mi corazón latía más rápido. Si descubrían las horas a las que salía, no podría dar una explicación coherente sin decir la verdad, que probablemente no la diría.

Bajé las escaleras. Mis pasos se hacían más sonoros con cada escalón que pisaba. Tomaba una respiración de cinco segundos antes de dar el siguiente paso. Comencé a temblar y me molestaba no controlarme, mis nervios me estaban ganando, pero la verdad es que era los más horrible y divertido de la situación: "adrenalina", "posibilidad de ser descubierta". "Pero no será hoy".

Caminé sobre la sala principal hasta la puerta de la salida, y antes de abrir, eché otra mirada sobre el lugar: las escaleras, el espacio que daba hacia la cocina, la sala y la puerta de la oficina de papá. Todo en oscuridad y silencio. Al salir el frío me estremeció, un ligero sentimiento de duda invadió mi cabeza. Cerré la puerta tras de mí fingiendo decisión, era mejor que retractarme. "Necesito esto. Lo necesito a él..."

El plan estaba saliendo genial, aunque cuando observé la soledad de las calles y la oscuridad de la noche, el temor fue el segundo en presentarse. Así que bajé las escaleras que terminaban justo en la acera. Corrí y el aire helado me quemaba las mejillas, el abrigo que tenía puesto no era suficiente para darme calor. Mi cabello se movía al ritmo del viento, mientras que el movimiento por mis trotes, causaba una respiración entrecortada y un humo saliente por mi nariz.

"Sé perfectamente a donde tengo que ir".

Me situé en una calle alejada de mi casa, estaba un poco oscura, solo iluminada con pequeñas luces en el frente de los hogares. A estas horas parecían casas deshabitadas. Giré mi cabeza un poco para mirar detrás de mí... Nada.

Llegué a un pequeño parque, pero no entré del todo, rodeé una de los arbustos y ahí estaba: la bicicleta. La saqué de su escondite causando un sonido incómodo para mí, la idea de que alguien me viera me daba pavor. Caería desmayada del susto si me encontraba a alguien en mitad de la noche. Así que sin ninguna demora, subí a la bici pedaleando con rapidez.

Pasaron unos veinte minutos antes de llegar a mi destino, la zona más desolada de la ciudad, con casas más dispersas y bosques aledaños. Frené con dificultad frente a una pared del mismo color del concreto, gruesas y con una altura descomunal. Miré hacia arriba impresionada con los diámetros.

Lunenburg©Where stories live. Discover now