Capítulo 26: Laberinto y escape (parte III)

18 0 0
                                    

Jinny Spinster:

La discreción no era una regla entre nosotros, pero no hacía falta que lo fuera. Debido al contexto de nuestras vidas, esa prudencia y secreto surgió naturalmente, de lo contrario, sabíamos que todo se acabaría. Tal vez eso nos llevaba a ser más cuidadosos, porque solo así garantizábamos nuestro deseo. La pasábamos muy bien, a pesar de nuestras breves discusiones.

Pero de regreso a la mansión de su familia, estuve callada durante todo el trayecto. Selma estaría a punto de estar con él, bajo una relación declarada, pública. Nunca habíamos llegado al tema de algo formal, simplemente era poco probable, al menos que ambos le pasáramos por encima a nuestras familias, y así yo no tuviera escapatoria y tampoco él, debía evitar lo que me revolvería por dentro. No soportaría sus labios con los de otra, su calidez, su cuerpo, sus ojos, nada...

Hacer comparaciones se volvió constante. Conmigo tenía que conocerse los horarios de los trabajadores en Asgard para poder llevarme, saber con antelación la agenda de toda su familia para no levantar sospechas, y yo tenía que salir de casa con excusas que ya se hacían cuestionables. Con Selma sería todo lo contrario.

Ya era de noche. Pensé que sería prudente volver a casa. No dije nada cuando Cameron movió la palanca, acelerando en dirección a la mansión Dankworth. Me observó, apartó la mano de la palanca para tomar la mía, pero la coloqué sobre mi regazo antes de que pudiera rozarla.

—¿Cuando es la cena? —interrogué viendo hacia la ventana. Oí su exhalación, bastante tensa.

—Mañana.

—¿Y por eso me llevaste a Asgard?

—Te llevé porque me gusta estar contigo —mis comentarios le molestaban.

—Entiendo. Supongo que no nos veremos más —agregué sin importancia.

—Eso no fue lo que dije —soltó con hastío.

—Pero es lo que yo dije. ¿Acaso piensas que nos seguiremos viendo cuando por fin estés con ella? —se quedó callado—. Al diablo. Aceptaré la relación con Sean.

No terminé el nombre cuando hizo cambio de velocidad, acelerando como una bestia, apretando el volante y tensando su semblante. Me sujeté del asiento cuando casi llegaba a los cien kilómetros por hora. Frenó por la parte trasera de la mansión, mi cuerpo se fue hacia adelante y el cinturón me retuvo con fuerza. Salió del auto sin dirigirme la palabra, cerrando de un portazo que hizo temblar el interior.

—Llévame a casa —exigí al salir, rodeando el auto para posicionarme en la parte delantera.

—Como sigas repitiendo esa mierda... —me señaló con su dedo, amenazador.

—Me llevarás a ver como enterrarás el cuerpo de Sean —la ironía en mi voz le molestó más—. Me gustaría decirte lo mismo sobre ella, pero me limitaré con el único hecho posible. Se enterrará otra cosa, como si nunca hubiera sucedido.

—No digas tonterías —se acercó—. Ambos sabemos que no haríamos tal cosa.

—Yo puedo.

—No me mientas —entornó sus ojos—. ¿Crees que no me doy cuenta en como responde tu cuerpo cada vez que te toco? ¿O como se acelera mi imaginación cuando tengo mis dedos dentro de ti? —no respondí. Desvíe la vista de sus ojos chispeantes de enojo—. Dime con la misma boca que se trago mi verga que harás como si nunca hubiera sucedido algo entre nosotros.

Abrí mis ojos estupefacta. Mis labios se separaron con asombro. ¿Cómo podía estar enojado, y en medio, soltar palabras tan obscenas con tranquilidad? Recuperé la compostura, empujándolo con suavidad.

Lunenburg©Where stories live. Discover now