Capítulo 11: Mis deseos no importan

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Arriba dejo una fotito de Jai durmiendo en clases porque me parece súper necesario.



Desde pequeño encuentro placer y relajación en la ilustración, mi madre me contó que la primera vez que dibujé una forma que se pudo distinguir y no parecían rayones fue a un perro con una caquita a su lado, obviamente que aquello se convirtió en una anécdota que ella cree conveniente contarle a cada persona que nos visita, no me resulta raro que Jai y Mali se burlen de mí trayendo a la actualidad aquel dibujo. Cuando mi bloqueo aparece no dudan en decirme "¿y si dibujas un perro cagando?" cosa que les causa gracia, hasta que se los dibujo en la cara mientras duermen...

Con fibra indeleble.

Quien más sufría esto era Jai, ya que cada vez que una de nuestras clases comenzaba él se dormía, de hecho, dormía más de lo que prestaba atención, mi galería podía decirse que era un altar de Jai dormido profundamente sobre una de las mesas de la Universidad, claro que yo aprovechaba su flojera para dibujarle el rostro, obvio que solo causó gracia las primeras veces, luego comenzó a prestarle atención a las clases y su madre no podía creen el gran avance de su hijo, hasta me lo agradeció. Si tan solo supiera de mis métodos para mantenerlo despierto.

Aunque... Debo admitir que ni dibujándolo dejó de dormirse en clases cuando podía y veía alguna ocasión en la que me importaba más la clase que molestarlo.

Volviendo al punto, la ilustración. Siempre ha sido un método de escape del estrés que la Universidad me puede causar, como lo es el anime para Mali y el fútbol o la escritura para Jai. Toda la vida ha sido parte de mí, un tanto porque cuando era pequeño mis padres vivían viajando por negocios y quien me cuidaba era mi abuela, ella me enseñó a dibujar y por ella seguí haciéndolo, otro tanto porque entre las hojas y los trazos de aquel carbón negro puedo dejar ir todos mis pensamientos, ya sea con simples rayones que dejan ir mi enojo, como las ilustraciones que perciben los sentimientos que no soy capaz de expresar.

El problema es que mi padre ya no quiere que ilustre. Es gracioso, ¿no? Mis deseos no importan, al menos no a él, y se supone que los padres deben de apoyar a sus hijos en cada decisión que tomen, en cada paso que den, para que así formen sus propias experiencias en la vida, para que aprendan de sus errores, pero él no, él quería que siga el camino correcto que nunca pudo seguir cuando tenía mi edad. Admiro su camino y todo lo que hizo para llegar al lugar en donde se encuentra, lo que no admiro son sus limitaciones. Pero al final del día él es mi padre, ¿qué debería hacer?

Desde que fui a ver a la madre de Jai ha estado insoportablemente obsesivo, enviándome mensajes en los cuales no solo me pedía sino que me exigía que lo deje, y como por si su insistencia no fuera suficiente, mi tacho de basura continuaba acumulando bollos y más bollos de papel con bocetos de ideas que no me salían. Sí, la ilustración me servía para desestresarme, pero en este momento esto era lo que me estresaba, no podía dejar de ilustrar porquería. No me salía nada. Borraba, volvía a empezar, arruinaba la hoja, la tiraba, volvía a empezar entre suspiros y quejas, que si no fuese porque tengo una ventana que da a la calle en donde pasan los autos, sería lo único que podría escuchar. Quejas, suspiros y más quejas.

Arranqué la hoja en la que trataba de imitar la anatomía de una mujer, de la cual la inspiración provenía de una imagen que encontré por Pinterest, la hice un bollo y luego la arrojé al tacho, pero esta cayó a un lado, en el suelo, junto a otros trozos de papeles. Sabía que Jai se reiría de mí si estuviera en la habitación al ver que ni siquiera le puedo atinar al tacho que estaba a solo unos metros de distancia.

Entonces, dándole una última oportunidad comencé a trazar líneas. No sabía muy bien lo que estaba dibujando, era claro que era un cuerpo, un cuerpo inspirado en una imagen vaga que tenía en mi mente y la cual no me había podido sacar de la cabeza desde hacía un tiempo, no al menos desde que me había sentado a dibujar. Solo seguí haciéndolo hasta que me detuve, soltando el lápiz en el aire, para así dejarlo caer sobre la hoja lisa vestida de trazos que solo plasmaban sentimientos y pensamientos que me habían abrumado hasta que me dejé llevar.

Amistad, descubrimiento y romanceWhere stories live. Discover now