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Aquel verano…

Jungkook trabajaba desde los dieciséis en la plaza que estaba cerca del puerto en verano, Semana Santa y los puentes con picos de visitas que le llamaban. No era el trabajo de su vida, solo lo que necesitaba en ese momento; algo provisional con lo que ganar dinero para sus caprichos y ahorrar, por no mencionar su debilidad de tontear con los turistas.

Y en ello estaba –en aquella plaza rodeada por casas y edificios bajos, en la que sonaba el mar de fondo y se sentía la protección de las montañas–, entretenido con el chico pelirrojo de la mesa siete, donde habían pedido seis sangrías, tres cervezas y dos Coca-Colas.

Se habían echado el ojo mutuamente desde que había llegado a tomar el pedido, con la libreta entre las manos y el bolígrafo detrás de la oreja, para entregarse a un juego más que inspirador de miradas cómplices cada vez que servía. Un juego que terminaba con los dedos del chico estirados para dejarle un papel con su número de teléfono en el bolsillo de la camiseta del uniforme.

—Por si quieres ser mi guía.

—¿Hasta cuándo te quedas?

—El domingo.

—¿Tres días? Puedo preparar un par de itinerarios.

Los amigos del pelirrojo se habían apartado para que tuvieran intimidad. Disimulaban fatal que estaban hablando de ellos, las chicas soltaban risitas tontas y uno de los chicos estuvo a punto de partirse el cuello para no perderse los progresos. También escuchó el carraspeo de su jefe, que significaba «déjate de tonterías que para eso no te pago». Sin embargo, nada le afectó… Hasta que reconoció a un chico con unos pantalones cortos, converse blancos y una bandana que evitaba que el cabello se le escurriera por la frente, abriéndose paso a toda velocidad.

Taehyung.

Caminaba en su dirección con la sonrisa indescifrable bañada por el sol y una determinación apabullante. Alzó una ceja al mismo tiempo que el castaño le rodeó la cintura con los brazos y hundió la cara en su cuello. Imprevisible e incomprensible. Casi habría esperado más un derechazo que ese modo de estrecharlo, con fuerza, enlazando los dedos en su espalda.

—Te extrañé tanto que sentí que moría.

En su segundo abrazo, Jungkook se quedó noqueado. Buscando una cámara oculta que explicara el sinsentido entre las personas de la terraza.

—Oye, ¿te encuentras bien? —susurró contra su cabello y el chico levantó un poco el volumen.

—Llevo toda la noche pensando en ti, desnudo, abandonando mi casa y… Te quiero tanto que duele.

Bien, Jungkook se asustó, para qué lo vamos a negar. Pensó que Taehyung sufría algún trastorno y necesitaba ayuda urgente. Medicación. Pidió apoyo al pelirrojo y se encontró con que le dedicaba una mirada de desprecio antes de volver con sus amigos. Lo tomaba por el típico idiota que engañaba a su novio y ni siquiera sabía cómo defenderse. Al fin y al cabo, era lo que parecía. ¡Vaya si lo hacía!

Regresó al asunto que le preocupaba: el hijo de los Kim y cómo le cortaría la circulación de seguir apretando con esa energía que tenía.

—¿Llamamos a tus padres?

—¿Se fue? —susurró Taehyung.

—Sí, pero… —Notó su risa sin que llegara a sonar. La sintió a través del movimiento del cuerpo del chico. Piel con piel. Ya lo había captado cuando el castaño se apartó.

—Te debía una.

¿Qué podía esperar de Lucifer? Que se la jugara. Y era exactamente lo que acababa de ocurrir. Tenía que devolvérsela. La noche anterior había aprendido que una exhibición de su carácter no era efectiva, así que tomó otro camino que quizás podría funcionar.

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now