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Aquel verano…

—Parece que metí los dedos en un enchufe.

—A mí me dieron un puñetazo en cada ojo.

Jimin amplió en la pantalla de su móvil la selfie que se acababan de hacer. Por fin una foto digna de desbancar la del carnet de identidad. Salían fatal. De vergüencita ajena. Medio cegados por el flash nocturno, borrosos y con una cara que oscilaba entre el susto y el estreñimiento. El cabello de Jimin era una maraña bufada y electrificada como las bolas de paja que recorren el desierto en las películas y, de la tragedia de su rostro, mejor ni hablar.

El plan de ir al bar había sido sustituido por quedarse en la playa y se habían valido del asiento trasero del coche de Namjoon y la luz interior para cambiarse, aunque nada justificaba el disfraz de Halloween que llevaban puesto.

—¡Qué desastre! —Taehyung levantó con solemnidad el cóctel de melón—. ¿Brindis?

—Por favor.

Chocaron los vasos de cartón en el aire. Taehyung dio un sorbito corto, en cambio, Jimin pegó un señor trago.

—Caliente está asqueroso.

—Sabe a pis.

Escucharon unos gritos y se dieron la vuelta. Algunas siluetas perfiladas contra la luz de la luna llena se estaban metiendo en el mar sin que el agua condenadamente fría las detuviera. Taehyung desvió la vista y observó lo que lo rodeaba. Lo que se había formado de la nada era impresionante. Recordaba que alguien había bajado el coche a la arena, puesto música y ya está, la mejor fiesta del verano. Hogueras, gente bailando y el volumen elevado de las risas comiéndose la noche de un bocado.

«A Hoseok le encantaría y suplicaría que nos quedáramos a vivir en Gwangyang», pensó.

Lo extrañó (mucho y sin previo aviso) e imaginó que estaba por allí con sus estilismos de revista de moda, bailando en algún bar atrayendo la atención de todos. A diferencia de Jimin, que había guardado el móvil nada más revisar la fotografía, su mejor amigo habría petado Instagram con un millón de stories y seguiría al acecho de nuevos momentos que inmortalizar para que los stalkers murieran de envidia.

«Los haters van a frotarse las manos con tanto material», apuntaría Taehyung y recibiría la respuesta más popular de su amigo: «Sin foto no ocurrió. Además, ¿sabes por qué nos critican? Porque estamos en un nivel superior de atractivo e inteligencia. Deja que se pudran en su amargura. Tú y yo vinimos aquí para brillar. Somos estrellas. Juntos, lo mejor».

Jimin y su mejor amigo eran lo opuesto, pero, aun así, estaba convencido de que, si se conocieran, encajarían y los tres serían capaces de derretir los polos. Tuvo la necesidad de hablar del que faltaba.

—Hoseok estaría escandalizado, aseguraría que parezco un expresidiario.

—Será nuestro secreto, exconvicto Kim —Le guiñó un ojo—. Por cierto, ¿este año no va a venir?

—No, está… —¿enfadado?—, decepcionado conmigo. Traicioné su confianza y crucé nuestra línea roja.

—¿Te arrepientes?

—De la mentira, sí. De lo que hice, no. Me trajo aquí. Con ustedes y, bueno, ¿suena a borrachera de las cuatro de la mañana si te digo que sirvió para conocerme?

Durante esas semanas Taehyung se había sentido ligero como una pluma, sin presión o preocupaciones, con la mente en blanco y rodeado del silencio necesario para escuchar su voz, descubrir cosas nuevas, reafirmarse en antiguas y saber quién era cada día, aunque al siguiente cambiara.

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now