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Leyó la última frase, cerró el manuscrito y volvió a leer la misteriosa primera línea.

«No puede ser. Toda la novela es un engaño, sublime».

Taehyung acababa de terminarse el libro de Soohae y le parecía increíble que su madre hubiese sido capaz de reinventarse otra vez. Con un historial tan amplio a las espaldas era complicado no caer en repeticiones en el perfil de personaje, estructura, trama, diálogos o expresiones, pero ella giraba el volante ciento ochenta grados haciendo un derrape y ofrecía a su entregado público un material diferente y único.

Inimaginable.

Estiró los brazos sentado en la tumbona con las piernas cruzadas y desentumeció el cuerpo. Fue difícil, con tantas capas de ropa (camiseta manga larga, sudadera y abrigo). Sin embargo, había sido un mal necesario para poder concluir el capítulo del manuscrito que le faltaba en la magnífica azotea de Jimin y Jongin.

Era increíble, con una cristalera a la altura de la cintura que cortaba un poco el aire rodeándolo, vistas inmejorables de Suncheon y, si no fuera de noche y estuviera nublado, estaba convencido de que el mismísimo firmamento bajaría para posarse en su suelo. Pertenecía a la comunidad de vecinos, aunque los chicos les habían contado antes de irse a dormir que ellos y una vecina a la que le gustaba tender las sábanas arriba eran los únicos que la utilizaban.

Cuando les da el aire parecen velas de barco —había apuntado Jimin, fascinado. Observó los maceteros de colores que salpicaban la terraza a la espera de que llegara la primavera y las flores volvieran a brotar. Lo hizo hasta reparar en el rincón oscuro en el que Jungkook descansaba con los codos apoyados contra la barandilla.

—¿Interrumpo? —El chico se giró lentamente al escucharlo y le mostró el cigarro que sostenía entre los dedos. Un juego de sombras cincelaba su rostro estimulando la creciente necesidad de rozarlo.

—Ni siquiera sé por qué me enganché a fumar si me da asco. Voy a dejarlo —Partió el cigarro por la mitad y lo tiró dentro de la lata que hacía las funciones de cenicero.

—Ah, es una ruptura. Si necesitas un hombro sobre el que llorar…

—¿Qué querías?

—Oh, nada serio —Sonrió—. Acabo de terminar el manuscrito de Soohae y es muy bueno. Tenía que soltarlo. Normalmente la llamaría, pero son las tres de la madrugada.

—¿Las tres? —Abrió mucho los ojos.

—Sip, tu «desamor» ha durado horas.

—Comprende que era una «relación larga».

¿Bromeaba? Eso parecía. Y le sentaba francamente bien.

Desde la rueda y su confesión estaba distinto. Ligero. No era un cambio radical, sino pequeños matices sutiles que le restaban rigidez y le daban renovada… luz. No había otro modo de explicarlo.

Localizó la nota de Namjoon debajo del encendedor para que no se volara. La habían leído los cuatro nada más llegar de la feria en esa misma terraza. De nuevo, una herida destapada para curar. El círculo se cerraba. Sanaba. Por una parte, terminar de una vez por todas le satisfacía. Por otra… suponía dejar de verlo y… no… no… Un potente escalofrío lo desestabilizó.

Agarró el papel para evitar pensar en las razones.

A Taehyung le había sorprendido que alguien tan brusco tuviese una letra extremadamente fina y elegante, curvada y redonda, perfecta para escribir cartas y que el receptor repasara las líneas impresionado por su belleza.

«Eunhye me dedicará su mejor concierto».

—Namjoon nos dio el mensaje que merecíamos. Claro, directo y fácil —apuntó Taehyung.

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now