◍ 32 ◍

1.5K 224 33
                                    

Jimin le había lanzado la pregunta:

—¿Tú qué piensas de cumplir sus sueños, Jungkook?

—No pienso.

—Vaya desperdicio de cerebro.

¿Podía el chico de cabellos castaños contener la boquita que tenía? Lo dudaba.

—Para eso te tenemos a ti, que eres el de las ideas «brillantes».

A su manera había tratado de ser «amable», inteligente. ¿Para qué malgastar saliva en lo inevitable? Uno lo había propuesto y el otro ratificado aplaudiendo entusiasmado. Si el cálculo no le fallaba, estaba jodido. Debería haberse quedado plácidamente en el barco, pero ese era otro tema que ya no tenía solución y por el que rendiría cuentas consigo mismo más adelante.

—Nos interesa tu opinión —había insistido el rubio—. Estamos juntos en esto. Ninguno se puede quedar atrás o perderá el sentido.

«¿De verdad lo tiene?».

La opinión de Jungkook se resumía en una cuestión: ¿en qué puto universo hacer lo que tus amigos adolescentes muertos escribieron la tarde de su accidente se convertía en un plan infalible para honrar su memoria? Que se lo explicaran. Ni consolaba a los que estaban bajo tierra ni los ayudaría a ellos a superarlo.

Seokjin no había puesto «espero que mi rostro o el de alguno de mis amigos aparezca en alguna valla y lo llenemos con nuestros espectáculos». No. Todo el texto era en primera persona. ¿Por qué? Simple. Quería hacerlo él. Punto. Era su sueño y no tenían derecho a quitárselo o enturbiarlo con una burda imitación para sentirse mejor. La vida no era una taza de Mr. Wonderful en la que sustituir los mensajes por grandes gestos. Puede que la realidad fuese perversa, pero no admitirla y dedicarte a adornarla con purpurina y lazos no cambiaría nada. Al final del día, sus amigos seguirían en la tumba. Al menos, podrían tener el detalle de ahorrarse hacer el ridículo en público.

—Cualquiera que conociera a Jin y su narcisismo sabría que lo que querría es actuar él, no que actuásemos nosotros —Corto, conciso y muy claro.

¿De qué había servido? Pues de nada, evidentemente. Habían votado y… ¡Bienvenido a la democracia que le tenía ese sábado por la noche en el centro de Suncheon! El compañero de piso de Jimin, Jongin, era tatuador y la persona más eficiente sobre la faz de la Tierra; menos de una hora había tardado en localizar una sala de shows abiertos con lugares libres e inscribirlos.

Estaban esperando a que el club abriera sus puertas a las once. La gente se arremolinaba alrededor de la entrada, pero ellos permanecían cerca del coche mientras Taehyung y Jimin repasaban lo que sería su actuación, que prometía ser un desastre, uno épico.

Él, por su parte, daba caladas al cigarro, expulsaba el humo, los miraba de reojo y escuchaba repiquetear en su cráneo un potente: «¿por qué accediste?».

No le gustaba salir… En general. El ruido y los borrachos lo irritaban, y esos eran precisamente los ingredientes que pululaban libres por la calle de madrugada tambaleándose: personas pasadas de copa vociferando. Odioso. ¿Cuánto llevaba sin irse de fiesta? Bastante, más o menos desde las cenas de trabajo a las que no le quedaba más remedio que asistir y de las que escapaba al primer gin-tonic. Sus compañeros solían acusarlo de rancio. Francamente, no le podía importar menos.

—Jungkook nos ha muteado en su cabeza —apuntó Jimin.

—Dime.

—Comentaba que es una lástima que solo podamos participar dos, ¿verdad?

—Una «pena» —ironizó. Tiró la colilla y la aplastó con sus botas. Estaba incómodo y afectaba a su ya áspero carácter.

—A lo mejor, si hablamos con el dueño y le explicamos las circunstancias, hace una excepción…

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now