◍ 09 ◍

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Aquel verano…


—Taehyung está muy bueno, lo saben hasta en Marte. Ahora que estamos de acuerdo, ¿puedes volver a concentrarte en lo importante? —refunfuñó Namjoon.

—¿De qué hablas?

—De que te gusta, tenemos algo grande entre manos y es una jodida distracción.

Jungkook parpadeó y lo observó entre confundido e indignado, buscando la cámara oculta. «Distracción», con el tonito de mierda utilizado, era el nuevo color anaranjado del cabello de su amigo al cometer la soberana estupidez de haber intentado teñírselo de rubio con agua oxigenada la noche anterior.

¿Acaso él había hecho algún comentario al respecto? No, claro que no, ni una risa, porque él sí era un buen amigo y no un bocón como Namjoon capaz de poner en duda su profesionalidad. Cualquiera que lo conociera sabía que competía por todo, incluso por respirar.

Si había desviado la vista al lateral del campo era para tener a su público controlado, nada que ver con la repentina aparición de Yoongi, Seokjin y Jimin seguidos de Taehyung, ataviado en unos pantalones cortos y una camisa manga corta azul marino sobre una playera blanca.

¿Por quién lo tomaba? Pensó que era de broma.

—Solo es un partido de fútbol amistoso.

—¡Nos jugamos el honor!

Mira que se ponía intenso cuando quería…

—Deja las putas drogas.

—¡Jeon Jungkook, cuidado con ese lenguaje! —le gritó su madre desde el césped.

El estadio estaba a las afueras y, atendiendo a la realidad, ni siquiera era correcto llamarlo así. Se trataba más bien de una explanada de arena en la que brotaban hierbas, amapolas rojas y margaritas, con líneas pintadas con polvo blanco que se levantaba y una portería peligrosamente cerca del acantilado.

Todo el mundo se sentaba en el suelo, piedras o un banco que nadie sabía a ciencia cierta cómo había acabado allí; todo el mundo, menos Eunhye, que alternaba la posición espectadora-entrenadora con pasmosa facilidad.

Se podría decir que ella era su hooligan particular. Nunca se perdía un partido y tendía a quedarse afónica antes de llegar al descanso. Gritaba, corría y más de una vez se había colado para celebrar un gol con el resto del equipo. Muy vergonzoso todo. Menos mal que Jaewook estaba a su lado, prevenido, para contenerla.

—Algún día encontraré el micrófono que me tiene instalado —Era imposible que le leyera los labios a esa distancia.

—Es perfecta —Jungkook miró sin comprender a Namjoon, que se encogió de hombros—. Por si acaso es verdad que nos oye. Tengo que ir sumando puntos con mi futura mujer.

El árbitro anunció que el primer saque se decidiría a cara o cruz con una moneda. Habitualmente, Jungkook se la jugaba por ser quien atraía la suerte y los demás lo dejaban ejercer de líder. Esa tarde, para sorpresa de todos y gruñido de Namjoon, no se inmutó. Esperó a que otro tomara las riendas y pegó un sprint.

Sus ojos acababan de encontrarse con los del castaño por primera vez desde que se habían metido en aquella extraña relación de amigos con derechos, el chico le había ofrecido una sonrisa pequeñita y ya.

A veces, la vida era simple.

—Taehyung… —lo llamó yendo hacia él. Buscó un motivo para su impulso y encontró una justificación razonable en su muñeca—: ¿Me la guardas?

El chico abandonó la repartición oficial de las botanas y se acercó. ¿Era posible que todavía tuviera los labios hinchados? Mierda, sí. Jungkook se trasladó al amanecer en el mar, su sabor salado y la manera en la que se había aferrado a su nuca exigiéndole más mientras los dientes chocaban y las lenguas se enredaban con fiereza.

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now