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Aquel verano…

Taehyung sabía que no tenía una oportunidad real de escapar, aun así, opuso una digna resistencia.

Jungkook se dejó caer despreocupado contra el marco de la puerta y por fin disfrutó aquella tarde siendo testigo de los intentos desesperados del chico para huir de la habitación; negó con la cabeza al verlo asomarse por la ventana y bufar frustrado por la distancia hasta el suelo, y levantó una ceja inquisitiva cuando Taehyung lo amenazó con un bate de espuma que encontró en la estantería y se doblaba.

Cuando llegó el momento de probar a esquivarlo, Jungkook reconoció el esfuerzo y las ganas que le ponía el chico, con los puños apretados, empujándolo como un jugador de rugby para que se hiciera a un lado; totalmente adorable.

Por el contrario, volvió a plantearse que se había escapado del infierno cuando el castaño levantó la rodilla para golpearlo en la entrepierna y se vio obligado a finalizar el juego, lo tomó y lo cargó sobre el hombro sin miramientos.

Durante el corto trayecto de la habitación al baño, padeció estoicamente su pataleta y un par de proyectos fallidos de mordiscos. También escuchó con toda la paciencia del mundo sus ruegos, maldiciones, una súplica y varios juramentos de venganza. Su ira, en lugar de amedrentarlo, lo alentaba a continuar. Ponía las cosas en orden. Engañarlo de un modo tan sucio merecía una respuesta con impacto.

Al llegar al destino, corrió la cortina de la ducha de girasoles, soltó al chico y se metió en la bañera con él, arrinconándolo. Agarró el grifo y, pegándoselo al pecho, lo apuntó.

—¿A ti qué demonios te pasa? —escupió Taehyung.

—Tú. Solo tú. Te ganaste a pulso el baño.

—Ni se te ocurra.

—No estás en condiciones de exigir nada, encanto.

—Como te atrevas a...

—Nuestro segundo chapuzón juntos. Como el día que nos conocimos, ¿recuerdas? —Otra vez la sonrisa ancha y la mirada entre tinieblas.

Taehyung supo que no había nada que hacer; estaba sin escapatoria, así que se preparó y le dedicó una última palabra.

—Idiota.

Jungkook dejó el agua correr saboreando el instante e imaginó qué le pasaba por la mente al castaño, con los ojos grandes y la nariz arrugada por el contacto con el líquido. Poco a poco conocía sus arranques, la esencia que componía el ADN de Kim Taehyung. Moriría matando, era un hecho; y el chico solito provocaría que ambos terminaran empapados, lo que resultaba infinitamente evocador.

Así ocurrió. Taehyung le intentó robar el «arma» y a él no le quedó más remedio que dispararle un chorro sin piedad en toda la cara. Comenzó entonces una guerra de forcejeos, lucha de manos y gotas lanzadas en todas las direcciones en la pequeña bañera y fuera. Una batalla de… proximidad.

Jungkook percibía el cuerpo de Taehyung a través de la tela calada adherida a su figura y apreciaba la cascada que se formaba entre ambos como si fueran la misma montaña. Sentía su piel e, irremediablemente, perdía perspectiva.

El enfado mutaba en una creciente necesidad de cambiar el final de la historia. Mierda, mierda y más mierda. Cada terminación nerviosa se lo exigía. La fantasía de acabar contra los azulejos de un modo bastante más estimulante era… Lo activaba, mierda, lo activaba de un modo repentino y sin pedal de freno, únicamente acelerador, carretera y prisa. Si era sincero, poco le quedaba del enojo inicial, pero ceder sería su perdición.

Maldijo sus hormonas y les demostró superioridad al separarse y cerrar el grifo.

—Suficiente.

—¿Estás contento?

That Summer ❀ KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora