◍ 07 ◍

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Aquel verano…

Procuró no hacer ruido al entrar en casa. Eran las cuatro de la madrugada y para cualquier adolescente no habría sido exageradamente tarde, sin embargo, para Taehyung… Para Taehyung era todo un lujo poder llegar a esa hora.

Debería estar cansado; al menos, tener sueño. Pero lo que quería era rebobinar el tiempo y revivir la noche. Lo había pasado realmente bien aprovechando el voto de confianza que le habían dado a él y sus posibilidades de sobrevivir sin vigilancia.

Se sentía desvelado y pletórico. Repasó la selección de los mejores momentos y en su rostro se perfiló una sonrisa. ¿Era posible que un castigo variara a... otra cosa? No lo quiso pensar. Las ilusiones pertenecían al futuro y él era del presente. Hoy. Ahora. Aferrarse a cada segundo.

Percibió luz en el salón. Sus padres lo esperaban.

—Tu madre está igual de preocupada que yo —Taesung señaló a su mujer.

Soohae dormía hecha un ovillo en el sofá con la melena castaña tapándole parte de la cara. Resoplaba fuerte, babeaba el cojín y la cubría una fina manta blanca; fiel a una de sus manías, necesitaba el refugio de la tela para conciliar el sueño, independientemente de que la temperatura no acompañara.

—Lo sé. Los ronquidos son para disimular.

—La tenemos calada —El hombre se quitó las gafas, se frotó los ojos y dejó el portátil en la mesa.

A Taehyung no le molestó encontrar a su padre trabajando a esas horas. Le costaba desconectar. En Seúl, madrugaba mucho, llegaba tarde y convivían con el pitido incesante del móvil. El chico odiaba su sonido y odiaba todavía más que lo antepusiera a ellos. Por eso, cuando descubrió lo que parecía el fotograma de una película detenido en la pantalla, aflojó. Tal vez era cierto que Taesung iniciaba la senda de la desintoxicación laboral.

—No sé cómo puedes dormir con ella. Parece… un motor estropeado.

—Amor y tapones.

Frecuentemente se preguntaba la manera en la que dos personas tan opuestas habían logrado terminar juntas y mantenerse; perdurar cuando todas las apuestas iban en contra. Se podría decir que su padre era el orden y su madre la más pura anarquía. Por ejemplo, los controles colocados por tamaño eran obra de él; y los folios esparcidos, las servilletas con tinta y los esquemas sobre cómo matar a alguien sin que te descubrieran, de ella.

—¿Te asesinó muchas veces hoy?

—¿Ocho? ¿Nueve? A partir de la quinta uno pierde la cuenta.

—¿Alguna muerte digna de recordar?

—Le ronda una idea a lo Aileen Wuornos bastante decente.

Ese tipo de conversación habría sido demencial en cualquier otro hogar. Ellos, por el contrario, estaban más que acostumbrados. Ya en la guardería, cuando le preguntaban por la profesión de su madre, su respuesta inmediata era: «asesina a papá»; y solo después de observar la cara de horror de sus profesoras detallaba: «también hace libros».

Soohae era de las pocas autoras de novela negra bestseller capaz de plantar cara a la supremacía de los reyes nórdicos. Sus libros estaban traducidos a más de quince idiomas, no había año que se perdiera el Festival Booksori de Paju y escenificaba los asesinatos con su marido antes de plasmarlos en el papel para dotarlos de realismo. Puede que esa fuera la fórmula de su éxito: involucrar al otro en lo que los separaba, tender puentes.

El teatrillo formaba parte del proceso de documentación, el favorito de Taehyung. Cuando su madre iba a la caza de la inspiración, leía diariamente la sección de sucesos de los periódicos de medio mundo y su biblioteca particular crecía con libros sobre crímenes reales. Era la previa a la solitaria fase de escritura, aquella por la que nombres como Ted Bundy, John Wayne Gacy, Charles Manson, Lee Chunjae (El asesino de Hwaseong) o Yoo Youngchul (El asesino del Impermeable) le resultaban familiares a Taehyung.

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now