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Taehyung se mordió el labio. Le resultaba curioso que el mismo hecho lo pudiera hacer sentir terriblemente feliz y triste. El claroscuro entre luces y sombras.

Tres días antes, paseando por el puerto había tenido la revelación. Gracias a su mente despierta, que unía pistas sueltas por azar, y al pellizco en las entrañas al ir dibujando la conexión, había descubierto el tema de la exposición; no podía ser otro. Aunque no había querido hacerse demasiadas ilusiones porque todavía le quedaba convencer al artista y obtener el visto bueno de Hoseok.

Con el primero no había habido problema, le había explicado el concepto y él le había entregado el material que ya tenía y podía encajar, para inmediatamente ponerse manos a la obra con el nuevo. Y su amigo…

—Taehyung, a estas alturas, si quieres hacer una exhibición de pis embotellado en tarros de diferente tamaño, lo apoyo. Tú eres el de la sensibilidad especial y yo el que se encargará de que la fila de clientes dé la vuelta a la manzana.

Solucionado.

Quedaba otro tema por zanjar: la lectura de las dos últimas notas de la cápsula del tiempo, que resolvieron sin más ceremonia que ir los tres juntos a un restaurante de bulgogi y pedirse unas botellas de soju.

Taehyung era consciente de que había mentido al leer la suya y, en el fondo, esperaba que Jungkook también lo hubiese hecho.

—Montar una galería.

—Tener un barco.

Lo habían pronunciado con una sonrisa falsa y solo Jimin se había atrevido a decir:

—Vaya, sí que lo tenían claro.

Aquel cierre suponía la entrada en la siguiente etapa, un desplazamiento forzoso a la casilla final del tablero. El motivo principal para permanecer en Gwangyang se había evaporado; sin embargo, había estirado la partida concediéndose una semana más en el pueblo.

Le hubiese gustado decir que había aprovechado para disfrutar del ocio que albergaba Gwangyang y sus alrededores, pero es que casi no había (habían más bien) visto la luz del sol. Sus últimos siete días se podían resumir en la cama de Jungkook, su sofá y su ducha, y numerosas visitas del joven a la alfombra que él tenía junto al fuego. Desnudez, besos y saliva.

A pesar de los maratones que se habían dado a cualquier hora del día o la noche, y que lo tenían adolorido de la cadera hasta los pies, no todo había sido sexo. La burbuja de tiempo también había servido para redescubrirse. Por ejemplo, gracias a las conversaciones ante una taza de chocolate, había averiguado que el pelinegro de vez en cuando ayudaba en la cocina del restaurante en el que trabajaba, y él le había contado que los fines de semana iba solo a Cheonggyecheon para pensar.

Jungkook había cambiado, era más serio y misterioso. Y le gustaba, le gustaba mucho.

Por eso, la fecha marcada en el calendario a la que habían llegado en un suspiro le pesaba igual que lo había hecho el fin de un verano. Quedaban solo unas horas para subir la maleta al coche e irse a Seúl y… Lo observó desde el quicio de la puerta. Dormía relajado, de lado y con la respiración regular; la sábana lo cubría hasta la cintura y tenía el cabello negro completamente desordenado.

El estómago se le encogió y tuvo la tentación de correr de nuevo a su lado, abrazarlo por detrás y hundir la cara en su piel. Sin embargo, se había prometido huir de los dramas y pensaba cumplirlo. Además, esa no era su única promesa…

Logró alcanzar la cocina tambaleándose. La oscilación del barco en alta mar lo hacía caminar como un niño pequeño que está aprendiendo a dar sus primeros pasos. Al menos no se había mareado, punto a su favor; de lo contrario se habría pasado toda la travesía de su día y noche de navegación vomitando en lugar de hacer cosas más interesantes.

That Summer ❀ Kooktaeحيث تعيش القصص. اكتشف الآن