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Tres meses después…

Era el gran día y Taehyung debería estar dando saltos de alegría en lugar de estar encerrado en el baño tratando de aflojar los malditos nervios que le atenazaban el estómago y se lo retorcían sin piedad. Encendió el grifo y se mojó la nuca.

«Sal. Ahora», recibió una orden directa del cerebro y salió del cubículo que lo protegía.

Inmediatamente distinguió caras conocidas al otro lado; familia, amigos, compañeros de universidad y vecinos curiosos que levantaban las copas en su dirección. Eso lo esperaba, al fin y al cabo, se había encargado de hacer y enviar manualmente las invitaciones como si fueran las de su boda. No tanto encontrarse con rostros a los que no lograba ubicar por más que su mente se empeñara, personas que observaban lo que las rodeaba con creciente interés, como si realmente les estuviera llamando la atención.

Las manos comenzaron a sudarle.

—Tranquilízate, Taehyung —dijo Hoseok.

—Estoy bien.

—Ajá.

—¿Querías entrar?

—¿Yo? Claro que no. Ejercía de portero para evitarte la vergüenza por si se te habían soltado las tripas y… bueno… ¿Mañana tenemos que llamar a un fontanero para que alivie las pobres tuberías?

—Solo me estaba refrescando —Taehyung le dio un pequeño codazo—. Por cierto, hoy estás impresionante.

Era cierto. Su amigo llevaba un traje de terciopelo color morado, el cabello peinado hacia atrás con un solitario mechón que se escurría por su frente y algunos anillos adornando sus manos. Él, por su parte, se había decantado por algo más discreto: un blazer en conjunto con un pantalón color café y una sencilla camisa blanca. Había peinado su cabello, aunque después de tanto revolverlo por los nervios, ahora se veía algo desaliñado.

—Taehyung, repite conmigo: nosotros siempre estamos impresionantes, pero hoy brillamos un poco más porque… ¡Estamos en la inauguración de nuestra galería!

—La inauguración de nuestra galería… —repitió sin poder creerse que fuera cierto. Pero lo era. Al menos, la oficial y con el despliegue de medios.

La otra inauguración había tenido lugar tres días antes, al poner fin a las semanas en las que se despertaban, comían y se duchaban pensando en la interminable lista de tareas pendientes que parecía engordar un poco más a cada nuevo paso. La habían celebrado justo al acabar de montar el último mueble, una cajonera rústica de madera para su despacho en la parte trasera. Estaban agotados, pero Hoseok había ido a comprar tres botellas de vino a un supermercado del barrio y se las habían bebido solos, sentados en el suelo con la espalda recta apoyada en la pared y paseando descalzos con sus overoles de trabajo sucios por los pasillos en los que las obras lucían cubiertas por el protector esperando a ser mostradas al mundo, anhelando ser descubiertas. Por supuesto, habían terminado borrachos y emocionados.

—Con nueve años —Su amigo había roto el silencio con la voz tomada frente a las obras favoritas de Taehyung, las que estaban al fondo.

—¿Qué?

—Con nueve años me hiciste el tour de los peluches y supe que este momento llegaría y que quería formar parte de él. Presentabas cada dibujo con una pasión que… ¡Demonios!, hiciste que me gustara el de Seonji, y toda la escuela sabía que ese niño pegaba mocos debajo de mi mesa y mi destino era odiarlo… Querías tanto tu sueño que provocaste que se colara en los míos mientras dormía.

Como respuesta a su discurso, Taehyung había posado su cabeza en el hombro de Hoseok y las manos de ambos se habían enlazado.

«Lo importante no es solo el sueño, es quien te ayuda a conseguirlo y permanece para mantenerlo», había pensado y estaba a punto de estallar en una exaltación de la amistad cuando Hoseok había roto el encanto o, más bien, lo había mejorado.

That Summer ❀ KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora