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Aquel verano…

—¡Estás bien y acabas de protagonizar una huida épica!

—¡Vete a la mierda! —gritó Jungkook sin girarse.

—¡Algún día escribirán poemas sobre este momento!

Como respuesta, el chico le enseñó el dedo corazón por encima del hombro y caminó hasta la puerta molesto. Muy molesto.

Taehyung escuchó el despertador de la naturaleza, el piar de los pájaros que revoloteaban entre las ramas, y regresó a la cama. Miró el reloj de pared. La manecilla señalaba sobre el fondo blanco las ocho y cuarto del sábado o, mejor dicho, del domingo. Su cerebro no asimilaba que cambiaba de día sin despedirse del anterior durmiendo.

Le iba a costar hacerlo, dormirse. La almohada olía a Jungkook. Su propio cabello, también. Todo por culpa de la postura con la que se habían relajado un rato. Tan… enredados.

—Me pasé.

Sacudió la cabeza y se mordió el labio. Lo que había empezado como una inocente broma, al volver del baño y encontrar a Jungkook ocupando toda la cama, acostado boca abajo con la respiración acompasada y la mano estirada en su dirección, había terminado con él bajando por la ventana.

Sintió un terrible remordimiento y agarró el móvil para disculparse ya mismo.

Buscó su contacto en la agenda, marcó y el tono de la llamada entrante rebotó en su propia habitación. Con la urgencia, el chico había olvidado el teléfono encima de la mesita. Colgó y le sorprendió que el sonido no cesara. Continuaba vibrando en la madera. Se puso las sandalias de andar por casa y se acercó. En la pantalla parpadeaba «Mamá».

¿Debía responder?

Eunhye insistió y lo dejó sin alternativas. Era temprano y tarde a la vez, dependiendo del punto de vista desde el que lo miraras. Sus padres le habían hablado de lo angustioso que era esperar a que un hijo volviera de fiesta; segundos eternos en los que la preocupación te arrastraba al pasado para recordarte las locuras irresponsables que cometiste en tu juventud y podrían haber sido fatídicas, y al presente, repasando la batería de peligros que provocarían que el futuro dejara de importarte.

¿Hijo? —La voz al otro lado tembló. Sonó suave. Igual que lo haría al brotar con el último aliento.

—Soy yo, Taehyung…

¡¿Dónde está Jungkook?! —El inesperado grito provocó que tuviera que apartar el móvil de la oreja. Era desgarrador. Dolía, dios cómo lo hacía—. ¡Dímelo!

Eunhye nunca le había hablado de ese modo. Jamás. De hecho, nadie lo había hecho antes. Muriendo en cada palabra.

—De camino a casa.

¿Con quién? ¿En qué coche?

—¿Coche? —Titubeó—. No, va caminando. Mingyu, su compañero de trabajo, nos dejó en mi puerta. Hace menos de cinco minutos que se fue. No tardará en llegar.

Gracias.

Parecía que la mujer iba a añadir algo, porque tomó una gran bocanada de aire. Pero rompió a llorar. El sollozo era idéntico a como si acabara de partirse en dos. Taehyung notó cómo el oxígeno abandonaba la habitación y el poco que quedaba pesaba. Lo ahogaba. No comprendía lo que pasaba y menos la reacción de su cuerpo; las rodillas le flaquearon y de repente tuvo unas ganas inmensas de ir al baño, enterrar la cara en el váter y vomitar.

Hola, Taehyung —Jaewook se hizo cargo de la situación.

—No entiendo nada. ¿Qué hicimos para que se ponga así?

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now