◍ 06 ◍

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Aquel verano…

La luna se perfilaba sobre el firmamento rosáceo como una media sonrisa ladeada con la única compañía de una estrella. Solo una, solitaria en mitad del atardecer, que ejercía un efecto hipnótico, casi relajante. Lo contrario a lo que les sucedía a los pies del castaño, que podía notar la vibración de la música de Eunhye. El sonido del ajetreo en la plaza. Los vecinos que bailaban y los que permanecían sentados en los bancos y la fuente como meros espectadores.

Le gustaba el ruido de las fiestas. Le gustaba el olor a algodón de azúcar y gofres de chocolate. Le gustaban sus colores.

Todavía no podía creer que estuviera allí y, sobre todo, manteniendo su secreto a salvo. Quizás el error también había servido para que sus padres se quitaran la venda y de una vez por todas lo dejaran respirar, hacer las cosas a su manera y marcando los tiempos. Elegir. Vivir. Puede que las dos últimas cosas fueran lo mismo.

—¿Van a estar así mucho tiempo? —preguntó a Yoongi.

—Hasta que se arruinen.

Había tres puestos ambulantes: el de la comida, chocolate, churros, gofres y papas fritas; el infantil, con almendras garrapiñadas, dulces y juguetes; y el del ocio, que consistía en derribar unas pequeñas figuras con una escopeta. Cinco tiros, tres aciertos para premio. Por supuesto, Namjoon y Seokjin se habían picado y, más por supuesto, carecían del don de la puntería.

Formaban un dúo curioso. Namjoon, una enorme mole humana, intimidante, con el cabello muy corto oscuro y cara de pocos amigos. Jin, delgado, gracioso y con la capacidad de hablar con cualquier persona con la que tuviera contacto visual. Fusionados eran un peligro que se retroalimentaba, compraban participaciones sin control y ya habían dicho en un par de ocasiones que cuando se quedaran sin dinero el resto debían colaborar. «De aquí no nos vamos sin el jodido peluche», era su grito de guerra, a lo que Jimin cuchicheaba con Yoongi: «Con lo que llevan gastado podrían haberlo comprado».

El único que no se había pronunciado sobre la terquedad de sus amigos era Jungkook. Taehyung no lo conocía mucho y, aun así, le parecía extraño. Estaba como evadido; con ellos y en alguna otra parte. Quiso traerlo de vuelta.

—¿No te animas a probar?

—¿Y perder? Paso. Todo el mundo sabe que las escopetas de feria están trucadas.

¿Eran rizos las ondas del cabello de Jungkook? No lo parecían. Se asemejaban más a… observar el viento azotando la superficie del mar creando olas enredadas. Al ruido de las fiestas, el algodón de azúcar, los gofres de chocolate y los colores, debería haber sumado que le gustaba mirarlo de cerca y que él también lo hiciera.

—¿Competitivo?

—Siempre consigo lo que me propongo.

—Porque vas a lo seguro y no arriesgas —señaló Taehyung—. Si la escopeta está trucada, solo hay que descubrir cuál es su desvío.

—Si fuera tan fácil, todo el mundo ganaría. ¿No me crees? Adelante. Demuéstrame que me equivoco.

—¿Qué consigo a cambio?

—Mi total admiración —El castaño arrugó la nariz poco convencido y él aprovechó la oportunidad para intentar sonrojarlo—. ¿Un beso?

—Tus pensamientos —acordó los términos—. Un peluche por saber en lo que estabas pensando antes de que me acercara.

Estrecharon la mano. Muy profesionales, que no se diga. El castaño sorteó resuelto a los participantes y las personas que se congregaban a su alrededor, le tendió al feriante los mil wons por los cinco balines y esperó paciente su turno apartado en un lateral, bañado por las luces de los focos que pendían de la barra.

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now