◍ 13 [2/2] ◍

1.6K 266 86
                                    

—Eres el niño de cristal —apreció el que pronto se convertiría en su mejor amigo, seguramente porque lo había escuchado en casa, del mismo modo que el apunte inmediato de Taehyung provenía de conversaciones de sus padres.

—Tú el niño adoptado.

Por lo visto, unos hablaban de la desgracia del pequeño de los Kim. Por lo visto, los otros hablaban de la modista y el decorador de interiores americanos que no podían tener hijos y al mudarse al país habían decidido adoptar un niño y una niña.

Hablar de los demás, el gran deporte nacional del que escapaba la inocencia infantil, porque a Hoseok no le ofendió que conocieran aquella parte privada de su vida y Taehyung imaginó la figurita que tenía su madre en el salón y le gustó la comparación.

—No sé hablar inglés —dijo el chico del corazón delicado.

—Yo tampoco —confesó con una sonrisa—. Y no sé pronunciar mostuo.

—¿Monstruo?

—Sí —le contestó un tanto avergonzado.

—Te enseñaré, ¿sí?

El tema terminó y nunca volvieron a darle importancia. Lo de «niño de cristal» se quedó en una anécdota enterrada hasta muchos años después, el día de las pruebas para entrar en los equipos deportivos de la escuela. Él quería intentarlo en fútbol, baloncesto o rugby, y sus padres se oponían.

—¿Por qué no puedo? Hoseok y los chicos…

—Porque para ti es peligroso —estalló su padre. Taehyung parpadeó, confuso y con un sabor metálico en la boca, el de la impotencia. Su padre trató de calmarse, silenció el móvil y se masajeó la sien—. Eres especial y hay que cuidarte más que al resto. Protegerte. Por tu bien, ¿lo entiendes?

Sí, lo hizo. Supo que «por su bien» era una frase dilapidaria que le quitaría muchas cosas, que ataba alas. Y de repente comprendió que no tenía permitido tocar la figura de cristal de su madre porque se rompía con facilidad. Era frágil, como él. Quieto, sin movimiento. Todas las atenciones extra que recibía se tornaron cadenas. Lo peor, lo más frustrante, fue comprender que quejarse era inútil e injusto, porque los que lo rodeaban sufrían y su única pretensión era mantenerlo a salvo.

Ese día terminó en la feria con sus padres mientras el resto conseguía lugar en los equipos y lo aceptó comiendo algodón de azúcar en la rueda. Igual que, meses después, en el Barco Pirata y con una enorme paleta de cereza, aceptó que necesitaba un trasplante y que todos los esfuerzos debían ir dirigidos a esa meta.

Así, con todo y para siempre.

Contuvo las lágrimas en el simulador virtual con una pompa perfecta de chicle cuando le dijeron que no podía ir con sus amigos a pasar el fin de semana al apartamento de Bogum, masticó twizzlers con fuerza la tarde que le prohibieron inscribirse al viaje de fin de curso en la secundaria y las palomitas salieron volando en las sillas voladoras al enterarse de que el chico con el que salía no lo dejaba porque tenía miedo de que se muriera al hacerlo.

El mundo lo trataba como si fuera una hoja capaz de quebrarse con una ráfaga de viento fortuita, y Taehyung le dejaba hacerlo acumulando cierto sentimiento de culpabilidad por no ser normal bajo sus huesos, por limitar a los que lo rodeaban y obligarlos a estar pendientes.

«Es por tu bien».

«Es por tu bien».

«Es por tu bien».

Le repitieron tantas veces esa frase que acabó odiándola. Lo ahogaba. Lo quemaba. No lo dejaba respirar. Era el impulso al que se aferraba la dolencia para apoderarse de cada centímetro que lo componía, adueñarse sin piedad y dejarlo arrinconado. Anulado. Ser y no existir.

That Summer ❀ KooktaeWhere stories live. Discover now