XLIV ●final parte l

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Tengo que buscar un trabajo, eso es un hecho. Mi amiga se acaba de ir al suyo y mi madre a la reunión del grupo de ayuda, estoy sola en casa y se siente rara, necesito estar ocupada, al menos cuando estaba en casa de Caleb tenia un sin fin de quehaceres que me mantenían distraída y enojada, me quejaba pero ahora hasta los extraño, quien me entiende. Agarro mi celular y sonrío ante el nuevo fondo de pantalla, somos Caleb y yo. Estoy sobre sus hombros en la piscina de la casa en Miami de Karla, ambos sonreímos. Recuerdo que moría de miedo que me dejara caer y él me amenazaba con hacerlo, reía tanto y gritaba que mi garganta terminó doliendo y él si me lanzó al agua. Abby nos hizo una hermosa foto porque según ella nos veíamos tan unidos y felices que necesitaba documental ese momento. No niego que me sentí bastante cómoda en ese viaje, desde que salimos de Los Angeles en el jet privado de Caleb junto a Abby y su pequeña familia, estaba nerviosa y algo asustada con esos días en Miami junto a las amigas que Caleb que hasta hace nada me detestaban, pero tengo que aceptar que me sentí muy bien recibida y acoplada en el grupo, me divertí muchísimo y amé Miami, por no hablar de la casa de Karla, es un sueño. Recordar ese fin de semana me hace sonreír ensoñadora, no solo la ciudad era cálida, los besos y caricias de Caleb, el color, olor y temperatura de ese lugar le daban un toque erótico y sensual a Caleb, y lo aproveché al máximo.
Abanico mi rostro al recordar cuando tuvimos sexo en la ducha de la habitación que nos asignaron y Karla entró sin llamar a la puerta y nos escuchó, estuvieron haciendo bromas toda la noche, Caleb también se burlaba y yo solo me podía sonrojar y acalorar de la vergüenza.
El timbre de la casa suena y me extraña, no espero a nadie y mamá tiene llaves, que es la más propensa en que pueda venir ahora porque, Daffne sale en la tarde de la biblioteca y a penas y son las 11:00 am. Me encamino a abrir la puerta y yo y mi manía de no ver por la mirilla. Abro y me llevo una sorpresa no muy agradable. Hago fuerzas para no dejarlo entrar.

— Por favor Peyton, vengo en son de paz. — habla mientras empuja la puerta.

— Vete Noam, no eres bienvenido. — hago fuerza.

— Necesito hablar contigo.

Su fuerza no tiene comparación con la mía, al final tengo que ceder y lo dejo entrar. Suspiro y me alejo. Estoy cansada de pedirle a Dios que este chico me deje en paz, parece que el señor se vuelve sordo o anda con audífonos cuando yo le hablo, o como me ha demostrado a lo largo de mi vida, ya tiene sus favoritas.

— ¿Qué mierda quieres? — muerdo mi labio por la impotencia.

— Pedirte perdón.

Abro la boca para decir algo pero la cierro porque, realmente no esperaba escuchar esto.

— ¿Pedirme perdón? ¿Por qué? A ver, hagamos memoria. Primero me llamaste puta disimuladamente la primera vez que me viste con Caleb, luego, intrigas sobre Lilian, le contaste a mi madre que trabajaba en casa de Caleb, fuiste a envenenarme en contra de él a su propia casa, me besaste sabiendo que las cámaras de seguridad nos grababan, le hiciste creer que entre tú y yo había algo y por último ya que mi memoria no da para más, me drogaste e intentaste tomarme en contra de mi voluntad.

— Sabes que no fue así, no haría nada que tú no quisieras, solo quería que no te fueras y que cedieras.

— ¿Drogandome? Estás enfermo. — lo miro con incredulidad.

— No Peyton. Desde la primera vez que te vi sentí muchísima atracción por ti y lo sabes, te he dicho, no sabía que eras la Peyton de la que tanto Caleb hablaba, la que les había hecho daño y con la cual querían acabar. Luego es cierto, te vi con él y pues, Caleb siempre ha sido conocido en esas cenas y eventos de negocios por llevar a damas de compañías que no pasaban de putas de lujo. Obvio que al verte con él no podía pensar sino otra cosa de ti. — camina hacia mi y yo retrocedo, se da cuenta y se detiene, sigue hablando. — Supe que eras tú y, quise protegerte, pero también mi lado competitivo estaba latente y quería ganarle a Caleb, en algo, él siempre lo tuvo todo, desde que lo conocí mi padre me hacía comparaciones con él, de como sabía manejar la fortuna de su familia y multiplicarla con tan poca edad y yo solo sabía hacer derroche y darme una vida de vagabundo como él dice y solo porque no me interesa su mundo de negocios ni trajes caros.

El deseo del amo (Completa ✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora