Epílogo

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4 años después.

Anthony hace maldades a la abuela Fiorela. La anciana ríe tanto que sus ojos lloran mientras mi pequeño hijo de cinco años se esconde tras su silla de ruedas y luego salta a la vista intentando darle un susto. Yo observo la escena y sonrió. Volteo y a mi espalda tenía uno de los más hermosos atardeceres que he presenciado. Italia es más fascinante de lo que imaginé, las imágenes que siempre he visto no le hacen justicia a lo que mis ojos deleitan.
Llevamos cerca de una semana aquí, Grettel le pidió a Caleb que viniéramos a ver a su abuela porque esta anunciaría la lectura de su testamento y sus nietos debían de estar presente. Carol también está aquí, y, adivinen quién más... Diogo, Diogo Doll por fin asenta cabeza y se compromete con una chica, aunque en los 2 años que llevan de relación, bueno, los últimos 2 años en los que aceptaron que estaban saliendo, no ha pasado de eso, de un compromiso, y a veces hablando con mi cuñada me ha dejado saber que le gustaría tener más.
Me hubiera gustado que Daffne estuviera aquí con Valentina, la pequeña ya tiene 4 años y es muy amiga de Anthony aunque casi siempre terminan peleando. Pero Brian debía quedarse frente a la empresa ya que Caleb estaría ausente al igual que Diogo. Gracias a Dios su amigo pudo terminar sus estudios y hoy es la mano derecha de los chicos.

— Mamá, tengo hambre. — mi hijo viene corriendo y se lanza sobre mi.

Anthony es un pequeño algo hiperactivo, no es nada malo, al contrario, solo que, mi paciencia no es la mejor del mundo, gracias a Dios tiene un padre enamoradisimo de él y que sinceramente se sabe comunicar mejor, claro, si le cumple todos los caprichos, ¿cómo no van a ser mejores amigos? Ya la peor parte me la llevo yo cuando lo regañó y corre a escudarse tras la espalda de Caleb o los brazos de sus abuelas que también lo tienen bien malcriado.

— Espera, no podemos dejar a la abuela sola. — beso su mejilla.

— Que venga la tía Carol, no ha salido de la habitación con el tío Dodo, dice él que iban a jugar barajas. Yo quería ir con ellos pero no me dejaron. — me río. — ¿No es cierto que yo soy bueno en las barajas?

— Si mi amor, pero ellos son de un nivel muy, muy alto, solo de adultos. — se queda pensando.

— Le diré a papá que me enseñe ese  juego de adultos.

— Conociendo a tu padre, seguro que algún día te enseñará con lujos y detalles.

— ¿Y por qué ahora no? — pregunta.

— Porque, tu cerebro es tan pequeñito como un grano de frijo y no cabe toda la información que reciben los adultos para ese juego.

Ay Dios mío, Caleb, ayuda, me estoy estresando con este tema. El doble sentido no es lo mío, creo que con los años he perdido la práctica.

— Bueno, llevemos a la abuela a la cocina. — me sugiere.

— No, me gusta ver el atardecer de Verona. — habla la abuela Fiorela.

— Que aburrido. — susurra y lo reprendo con la mirada.

Se va corriendo sabrá Dios a donde. Le grito para que se detenga pero, jamás me hace caso.

Unos minutos después Carol baja envuelta en un albornoz. La sonrisa en su rostro y su cabello mojado me dice que tuvo una muy buena partida de barajas allá arriba.

— ¿No ha llegado Caleb? — besa la mejilla de su abuela.

— No. — le respondo.

— Hubieras usado más jabón Carolina, hueles a sexo.

Los ojos de Carol se abren como platos y me mira, luego ambas soltamos una sonora carcajada.

— ¿Qué dices abuela? No he hecho nada de lo que piensas. — retiene las ganas de reír.

El deseo del amo (Completa ✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora