Capítulo 8.

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Londres, 03 de marzo del 2020

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Londres, 03 de marzo del 2020.

Dije que el día de hoy me parecía muy aburrido y la vida me sorprendió poniéndome en una situación desafortunada para que me replanteará lo que decía. Bien dice mi abuela que las palabras que salen de tu boca tienen poder. Quizás sea mi culpa lo que paso, quizás yo lo provoqué, quizás solo sea un juego del destino, quizás no tenga la culpa de nada, lo único que tengo claro ahora mismo es que me arden las manos y que tengo varios moretones en el dorso de mis manos.

Me pierdo en mis pensamientos y lamentos, no sé si sentir rabia, lastima o vergüenza, no sé cómo actuar a partir de ahora. ¿Tengo que tomármelo a la ligera? ¿Debo decirle a mi papá lo que paso? ¿Él intento hablar conmigo o secuestrarme? ¿Qué debo hacer? ¿Denunciarlo o dejarlo pasar? Quizás solo este exagerando, quizás solo este viendo fantasmas dónde todo está claro y que solo fue un momento de rabia que lo llevo hacer esa idiotez, pero así empiezan los grandes problemas, con pequeñas señales.

Mi mente está trabajando a mil por horas y con cada pensamiento me hundo más en la inquietud, no quiero llegar a mi casa, no quiero que la abuela me pregunte paso, no quiero que llame a mi papá, solo no quiero que me cuestionen.

Levanto la cabeza y me enderezo en el asiento, voy de copiloto con Damon manejando, él se ve sereno, no como hace rato que parecía que mataría a golpes a Jason, observo como se mueve su manzana de adán y yo aprieto mis piernas y volteo la mirada al frente.

—Ese no es el camino a mi casa —señalo mientras veo como su mano se mueve encima del volante.

Benditas sean sus manos, quiero que me ahorque con ellas.

—Lo sé, pero algo en tu cara me dice que necesitas despejar la mente antes de llegar a tu casa —me lanza una mirada inquisitiva —, a menos claro, que quieras que te lleve a tu casa. Tú tienes el poder, decide.

—Tienes razón, no quiero llegar a mi casa, me pasaría lo que queda del día llorando.

—¿Quieres llorar? Bien, te ofrezco mi hombro para que llores, hay momentos dónde necesitamos ese quiebre, romper cosas, gritar hasta cansarte, quizás llorar no sea la solución, pero aliviana el alma —aprovecha que estamos en un semáforo para mirarme directamente a los ojos —, solo no te cierres ni escodas tus sentimientos, si en algún momento sientes que ya no puedes más, llámame, estaré ahí para ti.

Lo dice con tanta convicción que le creo.

—No tengo tu número.

Saca su teléfono y me lo pasa para que apunte mi número, si hace unas semanas me hubiesen dicho que hoy estaría sentada dentro del auto de Damon Ricciardi dirigiéndonos a una locación desconocida, compartiendo números y conversaciones profundas, me le hubiese reído en la cara.

Aparca su auto en la acera y lo primero que veo es que estamos en las afueras de una mansión, hay un gran arco de flores que adornan la entrada, las cuales se enrocan en el bienvenidos, desde afuera la mansión parece un castillo sacado de la época antigua, se ve como un sueño.

Obsesión Peligrosa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora