Capítulo 9.

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Londres, 06 de marzo del 2020

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Londres, 06 de marzo del 2020.

—¿Qué estas pintando?

Me sobresalto y dejo caer el pincel.

—¡Abuela! ¿Por qué entras así?

Termina de cruzar la puerta y se detiene frente al lienzo, hoy me desperté con ganas de pintar, la inspiración me llego gracias a la salida que tuve con Damon a Valley Palace, el lugar tiene muchos espacios dignos de admirar y quiero inmortalizarlos con mi pincel, además necesito empezar con mi trabajo final y gracias a ese lugar ya sé lo que presentaré en mi exposición.

—Se ve que quedará muy bonito —achina sus ojos tratando de entender que estoy dibujando —. ¿Quién es?

Mierda.

Mi abuela es muy perspicaz, ella siempre ve lo que otros no pueden ver, creo que saqué eso de ella, estamos conectadas en ese nivel.

—Nadie.

—Tiene que ser alguien muy especial para que lo estés pintando con tanta precisión, sus ojos son muy llamativos, esos detalles en verde no se ven en todos lados.

Y sí, estoy pintando lo que más me gusta de él, sus ojos, esos ojos que me dejaron impresionada la primera vez que lo vi, esos ojos que cuándo me miran sacuden mi mundo y aceleran mi pobre corazón. Esos ojos color miel con pequeñas motas verdes, es la creación más hermosa que han visto mis ojos marrones.

Ese color de ojos quiero que tengan mis hijos.

—¿Por qué sonríes así? —se me borra la sonrisa en segundos, olvide que la abuela seguía aquí.

—Solo estaba recordando algo, no creas que no quiero que estés aquí, pero sabes que no me gusta que me interrumpan cuándo estoy en el ático, ¿necesitas algo? —la veo sonreír cuándo me agacho a coger el pincel.

—Eres igualita a tu padre, no les gusta que invadan su pequeña madriguera, así se pone cuando invado su despacho o lo obligo a salir de la empresa a comer —camina hasta la ventana y se pierde mirando como la brisa mueve los arboles —, tienes desde la mañana encerrada aquí, no bajaste a desayunar, tampoco has bajado a comer, vine a buscarte para que comas algo.

—Lo siento, perdí la noción del tiempo, bajaré enseguida.

—Te espero en el comedor, no me hagas subir de nuevo —dice señalándome con su dedo, se acerca y deposita un beso en mi frente y luego sale del ático.

Acerco el pincel al lienzo y sigo dibujando, pintar me relaja el alma, también me ayuda aclarar mis ideas o a tomar decisiones sabias o no tan sabias. Cuándo le pones amor y dedicación a las cosas que haces, estas se reflejan en ellas, no hay nada más gratificante que sentirte plena y realizada en cualquier ámbito de tu vida.

Acomodo los pinceles en su lugar, guardo las pinturas y agarro mi teléfono, ya son las tres de la tarde, que rápido pasa el tiempo, entro al comedor y veo a mi abuela tomándose un café mientras lee el periódico, en la mesa está mi comida, me siento en silencio y empiezo a comer.

Obsesión Peligrosa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora