Capítulo cero

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"¿Quién llorará por ti cuando seas el siguiente en morir?"


Y en el frío de lo que aproximaba ser una noche llena de tranquilidad, la peor pesadilla de los héroes se hizo realidad.

—¡Héroe Gabriel Córdoba! ¡¿Por qué corres si no te voy a hacer nada?! ¡Ven para acá y dame un abrazo!—.

La áspera risa del asesino de héroes impulsó al herido Gabriel a seguir corriendo, huyendo de aquello que amenazaba con culminar con su vida.

Con una bala dentro de su rótula, sangrando, perforando dolorosamente aquel hueso que le impedía flexionar su pierna como la situación lo requería, como su instinto más básico y primitivo le exigía en su máximo esplendor, escapar. Con solo una pierna cumpliendo esa función y perdiendo significativas cantidades de sangre por su herida con cada errático movimiento que hacía su cuerpo, desesperado por sobrevivir un minuto más, era una tarea dificultosa, casi imposible, pero no perdía nada con intentarlo.

Gabriel podía sentir la muerte pisándole los talones y todas sus decisiones tomadas colgando de su espalda, en espera de que se volteara para poder enfrentarlos, o tal vez era la respiración del infame asesino de héroes sobre su cuello.

—¡Héroe Gabriel!— el susodicho escuchó el grito del asesino a la distancia, llamándolo con burla, sin intenciones de detenerse. —¡¿A dónde vas?! ¡Sé un hombre y ven a detenerme, pelea contra mí hasta que el corazón de uno de los dos deje de latir! ¡¿En dónde quedó el puto juramento que hiciste sobre la biblia y las leyes cuando te convertiste en héroe, ah?!—.

Gabriel no podía concentrarse en las palabras del asesino de héroes, no cuando los frenéticos latidos de su corazón los sentía en sus tímpanos, aturdiéndolo, y la brutal descarga de adrenalina que corría por sus ardientes venas era mayor que el desgarrador dolor que sentía en su herida, una que amenazaba con inmovilizarlo. Su raciocinio se encontraba bloqueado por su deseo de sobrevivir, de refugiarse, simplemente no podía dejar de correr.

«Todo fue demasiado rápido...» la mente de Gabriel trabajaba a mil por segundo, tan rápido como sentía su corazón palpitar en sus oídos y la sangre quemar en sus arterias. Los recuerdos de los anteriores siete minutos taladraban con remordimiento y dolor su consciencia, y el causante de aquello usaba eso en su contra al perseguirlo por las oscuras calles de ese tramo en construcción de la ciudad sin dejarle procesar lo que acababa de ocurrir, ya que Gabriel solo fue capaz de reaccionar a los caóticos sucesos de su entorno cuando las ventanas de la agencia fueron destruídas por una lluvia de balas y los cuerpos de sus compañeros cayeron sin vida al suelo.

Hombres y mujeres de honor, de justicia, defensores de los necesitados y de los derechos humanos de cada inviduo, grandes patriotas condecorados por sus sacrificios por el prójimo y sus aportes a la sociedad, todos ellos asesinados a sangre fría por Phantom Wolf, el mayor asesino de héroes del siglo con veintidós años siendo la pesadilla encarnada de los héroes y con más de ocho mil muertes confirmadas a lo largo de veinte estados y un país vecino. El terror de la Comisión y, por mucho, el vigilante más peligroso con el que el gobierno ha tenido que lidiar sin éxito.

—¡¿En dónde quedó tu puto honor, héroe?! ¡¿En dónde está tu código moral y la promesa qué le hiciste a los civiles?!— el vigilante continuó gritando detrás de Gabriel, persiguiéndolo con una sonrisa llena de diversión bajo la gran máscara que cubría su rostro. Sabía que Gabriel no llegaría lejos, solo estaba jugando con él en ese punto. —¡¿No vas a vengar a tus compañeros muertos?! ¡¿Qué es lo que pensarán sus hijos y su familia de las acciones que estás tomando en este momento?!—.

La Consciencia de la SangreOù les histoires vivent. Découvrez maintenant