Capítulo trece parte 2

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—Estudiantes, cómo los delegados debieron haberles informado,— el profesor de G.H.C explicaba a su clase —hoy, oficialmente, damos inicio al tercer y último lapso de este año escolar—.

Nadie dijo nada más que asentir, sonreír o sumirse en sus pensamientos al respecto.

Quién diría que el tiempo se pasaría tan rápido...

Ese era, para muchos de ellos, la culminación definitiva del bachillerato, el término de una de las mejores etapas de la vida y, por sobre todas las cosas experimentadas durante esos cinco años, su formación en la adolescencia y la base de la gran cantidad de momentos que forjarían su personalidad y mentalidad definitiva.

—Las clases que verán a partir de ahora, por lo menos conmigo, serán más demandantes y comenzarán a presentar informes técnicos de investigación conforme a lo que les vaya enseñando—.

Una chica levantó la mano.

—Profesor, ¿los informes son obligatorios?—.

—Sí. Por cada tema que enseñe ustedes deberán presentarme un informe cumpliendo con unas pautas que les enviaré en PDF por el grupo de WhatsApp, al finalizar la semana sobre lo que entendieron. Quién no lo presentó ese día no se lo aceptaré después a menos que presenten una constancia médica, y el incumplimiento de cualquiera de las pautas equivale directamente a un punto menos—.

Otra chica levantó la mano.

—Profesor, ¿usted hará examen final?—.

Medio salón volteó a verla de la forma más mortífera y llena de desdén que pudieran dedicarle a una persona. La pregunta que nadie quería hacer por miedo de que el profesor, en el remoto caso que anhelaban, hubiera decidido no realizar un examen final y por solo una pregunta optara por hacer uno de último segundo.

Sin duda la esperarían en la salida.

—No— el profesor respondió para el impacto de todos. —Harán otro informe en el que explicarán lo que entendieron desde que empezamos con esta materia hasta el final de la misma, que por cierto deberán entregarme en una carpeta identificada con su nombre, apellido, número de identidad, materia, año y sección que cursan—.

Todos aquellos que escribían rápido no dudaron en anotar cada detalle que el profesor decía en sus cuadernos, y los más perspicaces lo grababan desde sus teléfonos a escondidas, así no se les olvidaría y podrían asegurar un perfecto veinte en la materia, no por nada la más complicada de todas gracias a su profesor. No cualquiera le sacaba una nota perfecta aún con todo el esfuerzo del mundo, por eso debían ponerse las pilas ahora que el final se acercaba, y con ello, los temidos exámenes finales.

De solo pensar la cantidad de temas y libros que tendrían qué memorizar para un único examen de veinte preguntas, un punto por pregunta, y responderlo en una hora o tal vez menos, sus neuronas se bloqueaban y sus dedos temblaban. Serían cuatro duras semanas lo que les esperaba.

—...con todo eso explicado, comencemos con el primer tema del tercer lapso— el profesor sacó el marcador de su pantalón, preparándose para escribir en el pizarrón. —Los que no tienen el cuaderno afuera, sáquenlo y guarden sus teléfonos...—.

Fue entonces que, para sorpresa de todos, tocaron la puerta del salón. El profesor apretó sus labios antes de ir y abrir la puerta.

La Consciencia de la SangreUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum