Capítulo nueve

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"Haz perdido la maldita cabeza si crees que esta es la solución"

Las decisiones difíciles requieren de voluntades fuertes que las ejecuten, así como la justicia necesita una mano imparcial y recta para dictar las sentencias a los culpables.

—Si algo sin importancia lo conviertes en una necesidad, ¿qué buscarán hacer las personas?—.

—Resolver esa necesidad—.

—¿Qué pasaría si esa necesidad jamás fue una?—.

Para detener a los agresores y castigar a los opresores

—¿Qué pasaría si te dijera que esa "necesidad" nunca existió, y se creó por ese mismo propósito?—.

Pero... ¿Qué pasa cuando la justicia en la que deberías confiar es la misma que te impide vivir?

—¿Por qué harías que las personas necesiten algo que nunca necesitaron?—.

—Control—.

Abraham se cruzó de brazos.

—Todo se basa en el control— Alexander repitió. —Esa es la táctica que el gobierno ha empleado en su juego todo este tiempo—.

El detective abrió otro chocolate que devoró en segundos.

—Las personas sienten la necesidad primitiva de tener todo lo que tienen bajo control, que ellos deciden qué hacer con lo que poseen cuándo y cómo sea— Alexander entrecerró los ojos. —Y atentarán instintivamente contra aquello que intenta eliminar ese control de sus manos—

—¿Qué tiene que ver esto con La Comisión?—.

—¿Qué es La Comisión, Abraham?—.

—Un órgano gubernamental encargado de la...—.

—¿Y qué está haciendo Phantom Wolf desde que inició su carrera?—.

De pronto, el agente Abraham comenzaba a comprender el punto de Alexander.

—Atenta directamente contra La Comisión al asesinar a los héroes— respondió, pensando a profundidad cada palabra que salía de sus labios.

«Nunca pensé en eso, y ahora que lo hago, puedo entender muchas cosas».

—La mejor forma de ocultar la verdad es haciendo que las personas no sepan que han creído en una mentira todo el tiempo—.

—Aún si las evidencias están frente a sus ojos, ¿cierto?—.

Alexander asintió a las palabras de Abraham, dándole la razón por primera vez en toda la noche.

—¿Fue para eso que solicitaste hablar conmigo en privado?—.

—No— Alexander se levantó de su asiento. —Sígueme—.

Abraham no necesitó escuchar dos veces, en cuestión de segundos ya se hallaba siguiendo al detective por los pasillos de su hogar hasta llegar a una habitación cerrada con tres candados.

La Consciencia de la SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora