Capítulo quince

6 0 0
                                    

"Mírame a los ojos y dime en dónde te han dejado tus decisiones, pero no vengas llorando a mí cuando el remordimiento de consciencia te pese en la espalda y arda en tu alma"

A pesar de sus cortos años sobre la tierra, la vida le había dado experiencias que lo ayudaron a dejar de ser escéptico, aprendizajes inigualables que le enseñaron las máscaras que las personas usan para encantar a los demás.

Y de engañarlos para cumplir sus propósitos más perversos.

Brayan aprendió la lección demasiado pronto en la vida, que sus enemigos no eran las personas que vestían con piel de lobo y acechaban sin piedad en la cercanía, sino de los corderos que convivían con él y estaban al tanto de cada uno de sus anhelos. Entendió que pocos, por no excluir a la minoría que valía la pena, eran de confianza en la vida, que cada uno de ellos podía mentir y usar la verdad y los hechos a su favor para salir impunes y victoriosos.

Aún si tuvieran que hundir a muchos en el proceso con tal de salvarse. Brayan no tenía qué preocuparse por aquellos cuyo un ceño fruncido adornaba sus fríos rostros, sino de aquellos que sonreían por las cosas más pequeñas y eran amigables con todos.

Ellos eran los que tenían el poder de destruir un imperio.

Por su personalidad extrovertida y amigable, ganaban rápidamente la confianza de las personas.

Con eso obtenido, los intercambios de palabras y secretos empezaba.

Y cuando eso ocurría, no había vuelta atrás, porque ya habías sido expuesto a las garras del mayor depredador existente.

Aquel de dulces palabras y sabios refranes con los que impartía los mejores consejos y protegía a los necesitados.

Siempre estaba ahí, observando, buscando el momento perfecto en el cual acercarse y sembrar la semilla de la gentileza en las mentes del resto. Impredecibles y meticulosos con cada movimiento que realizan, nunca decían o hacían algo que no les sirviera después, se aseguraban con el alma que sus amigos siempre los apoyaran y creyeran en su inocencia.

No había algo que no fuera planeado en ellos. Les fascinaba estar un paso delante de todos los que los rodeaban y tener a su disposición evidencias con las cuáles luego destruirlos cuando lo vieran necesario o se aburrieran de ellos.

Y por eso los veían como piezas reemplazables de un tablero que creían poseer y alterar las veces que quisieran con sus sonrisas y encantos.

Esa fue la misma razón por la que Brayan tuvo que aprender a defenderse solo y ser fuerte desde antes de los doce años.

Debía aprender a jugar su mismo juego o si no moriría. Usar sus mismas tácticas y palabras en su contra, y emplear los exactos métodos de sus contrincantes a su favor para dejarlos en desventaja.

Su condición de humano puro y su personalidad tranquila colaboró a su favor para que todos los subestimaran, para que nadie creyera que él era capaz de hacer algo. Cómo jamás se involucró y mantuvo la boca cerrada sin importarle lo que sucedía...nunca se esperarían que Brayan tuviera decenas de videos e imágenes en pendrives y cintas de cassette de cada una de las atrocidades escondidas en su casa y en manos de Cameron.

La Consciencia de la SangreWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu