Capítulo doce

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"A veces los recuerdos son la peor forma de tortura"

Cuando el cielo comenzó a iluminarse con la salida de la gran estrella que llenaba de calor y vida la Tierra, los trabajadores de La Comisión se prepararon para lo inevitable que el día anticipaba.

—Habla rápido, maldito desgraciado, no tengo todo el día ni ningún otro día de mi condenada vida para escuchar tu puta cadena nacional. Dios se apiade de mí—.

Limpiaron sus cubículos y escondieron sus ojeras bajo kilos de maquillaje esperando lo que se venía.

—Buenos días para usted también, héroe Paralysis. ¿Por qué no toma asiento para que empecemos con el motivo de esta reunión?—.

El reloj marcó las siete en punto de la mañana y Abraham recibió emocionado la llamada de Ernesto que tanto añoraba, sin embargo, no se esperó que fuera con las intenciones contrarias a lo que él pensaba.

Y ciertamente, lo que menos esperaba oír de su boca.

La curiosidad lo invadió sin permiso. Cada palabra que el director de La Comisión decía, Abraham la cuestionaba y sobre pensaba buscando encontrarle un sentido lógico a su inesperada petición.

Una que incluía la única reunión que podría causar el colapso entero de La Comisión en un milisegundo. Aunque al responsable de su mantenimiento parecía importarle poco aquello cuando su único propósito era aclarar unos asuntos pendientes con cierto héroe excéntrico a primera hora de la mañana, y a pesar de que este héroe se había rehusado a querer tener la más mínima interacción con Ernesto, la presencia de Paralysis en su oficina parecía ser tanto urgente como imprescindible.

Al acabar la llamada, Abraham se habría preparado mentalmente para soportar las quejas monumentales y honestas del héroe cuando le explicara la nueva y curiosa situación de no ser por que, para sorpresa de él, Paralysis aceptó entre risas y una que otra maldición. A juzgar por su comportamiento y reacción estando esas pocas horas con Ernesto en su oficina, Abraham pensó que el héroe no querría absolutamente nada qué ver con él y todo el ente gubernamental.

Otro error que cometía durante la investigación. No dejaban de acumularse en ese punto.

Llegando de esa forma a la actualidad.

—Qué puto frío hace aquí— fue el primer comentario suave que salió de los labios del héroe apenas tomó asiento en la inmensidad de la lujosa oficina. —Por fin encontré algo más gélido que tú maldito corazón, bastardo malformado, ¿o es que acaso me encuentro en tu hábitat natural? Verga, esto explica mejor tu vida que cualquier biografía que el internet pueda ofrecer, coño—.

Otro tic en el ojo de Ernesto no se hizo esperar, sin embargo, mantuvo la serenidad imperturbable de su sonrisa a pesar del comentario. No se rebajaría al nivel del héroe Paralysis y le respondería de la misma manera vulgar y poco profesional. Mantendría en alto el claro ejemplo de las diferencias entre ellos, quién poseía el control absoluto de la situación y quién solo abusaba de su inmunidad adquirida por un error administrativo que no volvería a suceder.

—Mantengamos un lenguaje cortés en el tiempo que nos tome concluir con esta reunión, héroe Paralysis, por favor— pidió el director de La Comisión con calma.

Maldecía el día que le dio trabajo al héroe Paralysis, el día que lo trajo por primera vez a La Comisión para hablar sobre su gran futuro.

—Entonces hablemos con la maldita honestidad que te pasas por el culo, jueputa megalómano de quinta— sonrió sobrado. —Por favorcito—.

La Consciencia de la SangreWhere stories live. Discover now