Capítulo veintiséis

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"Eso es porque somos la misma persona, lo aceptes o no"

¿Si acaso existe una edad ideal para comenzar a sufrir?

Soledad.

Desgarradora y abrumante sensación.

A menudo, acompañante silencioso e imperceptible en la vida cotidiana de las personas.

Envolviendo en sus fríos brazos a los desesperanzados, mudos en un mundo de oídos narcisistas, a los perdidos en el vacío de la muerte en vida, a aquellos pecadores del desconocimiento, a los que perecen a puertas cerradas y en el interior de sus turbulentas mentes.

A los que hablan y no son escuchados.

Especialmente aquellos que dudan, y perciben las incongruencias de una sociedad a blanco y negro, sin una voz amiga que los guíe en el camino que la curiosidad dicta.

Arrepentimiento.

Poderoso sentimiento que comúnmente lo acompaña.

Frecuentemente experimentado por aquellos que sufren las consecuencias de sus decisiones, palabras, acciones, y lo que pudo o no haber sido.

De los beneficios desconocidos que el futuro pudo haberles proporcionado de haber cambiado de elección, de haber prestado más atención a las características del entorno y las actitudes de los más cercanos; tal vez, de las repercusiones que pudieron ocurrir de no haber escogido la decisión actual.

¿Cómo ganar sin antes sacrificar?

Si tan solo se hubiera detenido a pensar mejor en las alternativas por unos momentos antes de irse por aquel camino...

¿Cómo vencer sin haber perdido primero?

...no estaría sufriendo el peso de aquellos sentimientos.

El posiblemente no existe

Brayan se sentía perdido, desorientado en aquella habitación que no era suya, incómodo entre tanto silencio y tranquilidad, mareado por el profundo malestar que la realidad del trato empezaba a mostrarle.

Se supone que debería estar contento, entusiasmado por haber sacado a sus amigos de esas riesgosas situaciones a las que sus padres los querían meter, de estar cada vez más cerca de cumplir con su objetivo, de velar por su futuro y...quitarle a sus padres la responsabilidad de sus hombros de tener qué alimentar otra boca...

Entonces, ¿por qué no se sentía así?

Apenas abría los ojos, y la culpa ya lo estaba carcomiendo por dentro.

¿Por qué sentía que había condenado a todos?

Por más que intentaba convencerse de lo contrario, su mente le impedía sacudir ese pensamiento de su consciencia. Brayan suspiró, sentándose en la cama antes de que la pereza le ganara. «Tal parece que hoy mi subconsciente no está de mi lado. Perfecto, lo que me faltaba».

Sintiéndose derrotado por tal forma de comenzar con el nuevo día, Brayan se forzó a levantarse y apagar el aire acondicionado, para luego cambiarse de ropa y dirigirse al baño con el propósito de realizar sus actividades fisiológicas e higiénicas.

La Consciencia de la SangreWhere stories live. Discover now