Capítulo uno

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"...así fue como entendí que las personas fácilmente pueden olvidar que los otros también son humanos"

Pronto las noticias y las primeras planas de los periódicos fueron ocupadas con la grosteca imagen de los recientes hechos que ya a nadie sorprendían. Veintidós fatídicos años llenos de miseria y asesinatos sanguinarios dirigidos a los mayores defensores de la justicia sin detenimiento, incesantes y cada vez peores, no pasaba un día en el que al menos un héroe muriera a manos del temible vigilante.

Las razones tras sus acciones eran desconocidas y basadas en meras teorías conspirativas. Todo con Phantom Wolf era un tal vez y un posiblemente, lo único que sí era cierto para los civiles era la inaudita incompetencia de la policía en su captura.

Veintidós años desde que Phantom Wolf anda suelto en las calles sembrando tanto caos y muerte como le venga en gana, y la policía en todo ese tiempo no ha conseguido tan siquiera una imagen de su apariencia, o algún testigo que pudiera delatarlo. La confianza en ellos se había perdido y la credibilidad desvanecido, en ese punto, las personas solo podían sentir lástima por las familias de los héroes asesinados y exigir aun más en la alcaldía el despido del jefe de la policía, Mauricio.

De lo contrario, ellos mismos aplicarían la (todavía vigente) ley que les permitía a ellos como comunidad asesinar a alguien publicamente como Mauricio.

Cada pantalla que fuera encendida de inmediato transmitirían en tiempo real las imágenes de la masacre, otros noticieros las censurarían, y algunas solo darían un pequeño resumen. El gran televisor del comedor del liceo Colón no fue la excepción, videos censurados de la agencia destrozada y ríos de sangre aparecieron en la pantalla mientras la reportera que transmitía la noticia evitaba vomitar frente a la cámara. Aunque no se apreciaba nada distinguible, los colores bastaron para provocar que el estómago de incontables diera un vuelco.

—...si alguien sabe algo, por más pequeño que sea, por favor, reportenlo en la estación de policías más cercana que tenga. No dejemos que Phantom Wolf siga manchando de sangre las calles, ayúdennos a darles paz a las familias de los héroes asesinados y darle justicia a los caídos. Cada palabra vale, y la vida por igual, no te quedes callado— la reportera terminaba de hablar.

No fue necesario esperar más de dos minutos para que los pequeños comentarios de los estudiantes y profesores invadieran el comedor.

—Como si Phantom Wolf fuera a dejar testigos—.

—¡Ay sí! Si así fuera, desde cuándo ya lo habrían atrapado—.

—No importa si el mismo presidente se mete en el caso de Phantom Wolf y lo intenta resolver, nunca podrán, lo mejor es que se den por vencidos—.

—Pobres héroes...muchos de los que murieron no tenían ni cinco años de haberse graduado de la academia. Es una lástima, murieron tan jóvenes y con una vida prometedora por delante...—.

—Es una lástima, sí, pero, ¿qué se puede hacer? Espero que todavía haya algo y que ahora con el FBI en el caso logren avanzar algo—.

—Como si fuera así de sencillo. Si no lo han hecho en veintidós años, ¿por qué este año sería diferente?—.

—Ya yo no creo en lo que los medios dicen, seguro y Phantom Wolf es alguien del gobierno que hace estas masacres bajo la fachada de que es un vigilante y tal, y todo ese cuento, para hacernos creer esto mismo durante veintidós años, pero en realidad solo es un mandado más del gobierno para meter miedo y eliminar los cabos sueltos. Digo, no sería la primera vez—.

La Consciencia de la SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora