Capítulo tres

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"Cuidado con lo que dices, muchacho, estás a una frase de iniciar una guerra"

—Hey, malditas perras, hoy hay una feria en una esquina equis de Bajo Grande y ustedes se vienen conmigo quieran o no— Cameron señaló a sus dos amigos. —No tienen libre elección aquí, desde ahora olvídense de la democracia que ahora somos comunistas a favor del clasismo. ¿A qué hora están disponibles?—.

Víctor parpadeó sin saber qué responder.

—Ah, ¿tus padres ya te dieron acceso a tu herencia?— Brayan cuestionó entre cerrando los ojos con burla, a lo que Cameron chasqueó la lengua.

—Dios te oiga. No, pero soy el nieto favorito de la matrona de mi familia entre los treinta que tiene, así que...beneficios, beiby, beneficios—. Cameron meneó su cadera para dar más credibilidad a su palabra. —Hoy seré su Sugar Daddy, así que preparen ese culo y díganme lo que quieren porque se los compraré. ¿Mangas? Hecho, ¿un riñón? Tu solo dime cuál es tu tipo de sangre y lo tendrás—.

El menor de los tres perdió el color en sus labios.

—Lo del riñón n-no es cierto...¿Verdad...?—.

Cameron carcajeó a todo pulmón, tomando asiento en medio de sus dos panas.

—Nah, mentira compadre, solo estoy jodiendo— aseguró dando una fuerte palmada a la espalda de Víctor, provocando una risa nerviosa en el menor.

—Ah, es bueno sa-saberlo...—.

—...pero si quieres no es mentira— llevándose una papa frita a la boca, Cameron terminó con la conversación.

Brayan solo observaba a sus amigos con diversión. A Víctor palidecer y reír por cualquier cosa que Cameron hacía, y a Cameron sacando provecho de la inocencia característica de Víctor para causar en él esas sensaciones. Dio otro mordisco a la empanada de pollo que comía y siguió escribiendo unas cosas en su libreta de portada negra y letras blancas.

—¿Di-disculpa...?—.

—No le hagas caso, lo dice jugando— el azabache tuvo que intervenir para calmar los crecientes nervios del peli cenizo, quién suspiró entendiendo. —Pero nunca olvides que uno siempre es inocente de los crímenes que se le acusa hasta que se demuestre lo contrario. Es ley—.

«Sigo sin entender a qué se refieren...pero mejor no preguntaré más... ¡Cameron ama bromear, después de todo! Siempre me hace reír, seguro solo estaba jugando...» Víctor determinó con más tranquilidad, continuando con su desayuno al lado de sus amigos que hablaban sobre cosas mundanas y lo invitaban a unirse amenamente a la plática vanal.

Charlas, quejas, chismes y una pelea, en el comedor del liceo siempre había algo nuevo qué presenciar y de lo cual hablar por meses. Más de veinte mesas de hierro redondas con ocho asientos disponibles en cada una para que grandes grupos de amigos se reúnan para comer, dos de ellas apartadas exclusivamente para los profesores y la zona directiva, docentes que se mantenían cerca de los jóvenes estudiantes llenos de hormonas y rebeldía para detenerlos en sus disputas y peleas en caso de ser necesario. Tantas voces diferentes participando en la misma cacofonía que rodeaba el comedor imposibilitaba el distinguir una de la otra, o notar de qué se trataba la plática.

Eso le daba ventajas a varios.

—A la final no me respondieron un coño. ¿Me acompañan a la feria sí o no?— Cameron cruzó sus brazos.

La Consciencia de la SangreWhere stories live. Discover now