Capítulo dos

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"Primera regla en este mundo: nunca digas toda la información"


A veces, la justicia no funciona.

No siempre el malo termina tras las rejas.

A veces el honesto termina siendo el más perjudicado.

Y quienes quieren hacer un cambio para solucionar la ineficiencia de los sistemas...terminan siendo silenciados por aquellos que deberían promover tales acciones.

La voz del pueblo, poco a poco y sutilmente, se va silenciando en falsas doctrinas y promesas vacías que mantienen a las masas en una burbuja de conformismo que no les permite cuestionar las cosas más allá de su escaso entendimiento.

Y las pocos dispuestos a realizar este cambio de una manera u otra, fueron bautizados como los vigilantes.

Civiles que, en las sombras y ocultos del ojo de la ley, toman la justicia en sus propias manos. Usando sus particularidades sin licencia y con una máscara cubriendo sus rostros para mantener el anonimato, atrapan a los criminales y culpables que salen libres por falta de evidencias para darles el castigo que merecen.

A veces le hacen un favor a la policía, otras veces son una molestia para lo mismos. Lo que no se niega de ellos, es su nula limitación que poseen a la hora de realizar lo que el pueblo demanda y por ley no se puede hacer.

Después de todo, las ejecuciones públicas aún eran legales.

—Abraham, ¿qué estás buscando aquí?—.

—Algo que ignoramos. Tengan cuidado por dónde pisan—.

Abraham y su grupo regresaron a la escena de crimen más reciente de Phantom Wolf, la agencia del héroe Henderson Bravo, en dónde los tres archivos habían sido robados por el infame vigilante. Los criminalistas se habían llevado todas las evidencias que hallaron al laboratorio para ser analizadas, y los forenses todos los cuerpos más la materia biológica encontrada por cada rincón de la escena, tan solo faltaba ser limpiada por el grupo especializado para que la alcaldía decidiera qué hacer con ella.

Rodeada completamente por montones de cinta policíaca que impedía la intromisión de civiles y reporteros a su interior, y con guardias de múltiples oficiales las 24/7 para cumplir con este propósito, Abraham y su equipo eran los primeros en entrar desde el fatídico incidente hacía dos días atrás.

La vista era peor de lo que anticiparon.

Las grandes manchas y ríos de sangre que pintaban suelo y paredes con los últimos momentos de los héroes se habían secado, dejando plasmado el dolor y agonía en ellos. Olores como el hierro oxidado y putrefacción biológica de diferentes tipos recibieron al grupo con la misma fuerza de una trituradora machacando sus entrañas sin misericordia de sus frágiles estómagos. El vidrio destruido de las ventanas a causa del tiroteo con el que Phantom Wolf acabó con esas pobres vidas, se hallaba esparcido en decenas de fragmentos por todo el suelo.

Bombillas en el techo, la mesa de recepción, las puertas de las oficinas, los cubículos y sus asientos, nada se salvaba de ser parte de la tragedia. Lo que más tristeza le causaba a los agentes era acercarse a los cubículos y ver cómo en ellos habían dibujos pegados que los hijos les hicieron a sus padres, manchados de su sangre.

Phantom Wolf no perdonaba a nadie. Eso solo generaba más odio inconmensurable hacia su persona.

—¿Y qué pudimos haber ignorado?— la mujer cuya negra cabellera flotaba en el aire como si estuviera bajo el agua seguía preguntando. La repugnante vista la enfermaba.

La Consciencia de la SangreWhere stories live. Discover now